miércoles, 18 de septiembre de 2013

Primavera anticipada


En una mañana de agosto amanecieron con nuevas flores las orquídeas de mi abuela. Todavía no era primavera, pero, como si madrugaran, sus flores han despertado abriendo sus bellos pétalos colgantes, cual zarcillos de galopera.
Mi abuela, que tanto se alegra, trae su silleta y se sienta junto a las frescas orquídeas para tomar su cotidiano mate. Más tarde, a media mañana, pasan unas señoras vestidas de oficina y ven las flores. Le piden si no podría darles unas flores. Mi abuela les niega con la cabeza. Pero las mujeres que ponderan tanta belleza, le ofrecen por un solo ramo doscientos mil guaraníes (más de treinta euros). Aún así mi abuela les dice que no. Más tarde, sonriente, me comenta que prefiere morir de hambre antes que dar sus esperadas orquídeas.
–Total, la belleza y el dinero duran poco tiempo. Y a mí que ya tengo mucha edad –dice mi abuela–, me alegran más las flores.

martes, 17 de septiembre de 2013

El malabarista

En una de las calles de San Lorenzo, un malabarista canta al compás del rugir de los motores, que esperan atentos ante el semáforo que se encienda el color verde. Nadie se fija en los ojos rojos del malabarista, a nadie le maravilla ya lo que hace.
El malabarista sigue cantando su pena, y sigue moviendo sus manos infinitos. Mantiene la mirada en un solo punto, conseguir algo para comer. Su boca, ese abismo, se abre al cielo mudo. La noria sigue girando en sus manos, esas manos cansadas de pedir, cansadas ya tenderse ante las ventanillas polarizadas de los ojos que no quieren ver el color de la realidad. La miseria gira en esas manos. De alguna forma, cual ave negra, se posa también en la nuestra, y sigue y sigue su vuelo, emigra y nunca muere la miseria.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Un lugar ya muy lejano

Cuando yo era chiquillo, en las siestas, mientras todo el mundo dormía, solía bandidear por el pueblo con una hondita en la mano. Aún no conocía los videojuegos. Los ancianos me prohibían disparar a los cardenales. Esas aves con el casco rojo, el pecho blanco, las alas y la espalda como el color del plomo, siempre limpios como los hijos de la lluvia. Son aves sagradas. Los viejos me decían que Dios se iba a enojar conmigo y enviaría al viento contra mí, para llevarme muy lejos de mi tierra si perseguía a sus cardenales. Yo nunca hice caso de aquellos consejos.
Y mírenme dónde estoy ahora. Cual hule que lleva el viento… Por eso, mita'i churi, no dispares a los Cardenales de casco rojo, porque el viento podría llevarte a un lugar muy muy lejano.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Un amigo


Algunos perros ya te quieren sin ni siquiera  conocerte. Se acercan a uno con cierta timidez para hacerte compañía, como este que se acercó a mí una noche fría y solitaria, en Caaguazú, mientras espera el colectivo que me iba a llevar a Repatriación.
Algunos perros tienen algo en la mirada, como si acabaran de llorar. Llevan el rabo entre las piernas, como si acabaran de ver el rostro del miedo.
Al verlo allí, tan solo, quería llevarle conmigo, ayudarle, como a mí me ayudaron y lo siguen haciendo, como a mí me siguen abriendo las puertas... Pero yo no hice nada para darle un hogar.  Allí se quedó el perro con su fría y oscura noche. Yo seguí mi camino. Soy más bandido que él. Ese perro sigue en su tierra, ¿es más patriótico que yo?

sábado, 14 de septiembre de 2013

El pescador de sueños

No solo los peces se ríen de ti, pescador, sino también las golondrinas. Tu vida es así, algo parecido a la mía. Pero por la noche vendrá tu novia la luna, para hacerte compañía y contarte lo que ha visto en otras tierras. Quién como tú, pescador, que sigues tan fiel, esperando en tu sueño. Aunque la mierda te invada, tú fe es fuerte como tu corazón. Solo yo te comprendo, creo, igual que tú, que algún día consiguiéremos nuestro sueño. Ese gran pez no andará ya muy lejos…

viernes, 13 de septiembre de 2013

Repatriación, la cuna de los amigos

29 de agosto

        Soy el trotamundos más rico del mundo. Hoy, por ejemplo, he amanecido en uno de mis tantas casas (en este caso la preferida) que tengo por el mundo, en Repatriación-2ª Línea Irrazábal (Pueblo de Dios). Y antes de que todos despierten recorro las calles del que hace pocos años era solo un pueblo y que ahora es toda una ciudad. Busco a los viejos amigos. Muchos ya no están, están fuera, en otro lugar, en otro país. Pero encuentro a algunos, y ellos me alegran el día. Me gusta volver a pisar la tierra que en mis años de adolescente me conducía a la escuela, a mi casa, a la casa de mis amigos… Pisar la calle donde todo empezó, desde donde salí un día sin saber hacia dónde me conduciría el azar. Tanta fue mi sorpresa al descubrir que he vuelto donde he empezado. Me doy cuenta que todavía no he dado ni un paso. ¡Tanto por recorrer aún que me queda! Me emociono entonces, ¿la aventura acaba de empezar realmente?

jueves, 12 de septiembre de 2013

El Mercado 4


            El Mercado 4 es el mercado de los pobres, pero también es el alma de la ciudad. En ese lugar el sentido de la vista disfruta de un variado colorido de las mercancías. El sentido del olfato se deleita con los olores de las frutas, del asadito frito… Solo el ruido puede que nos moleste un poco, pero no olvidemos que estamos en un mercado donde escucharemos de todo. Pero concentrémonos solo en las vendedoras, ellas son la voz de ese lugar.
Todo lo que necesita la gente lo encuentra en el Mercado 4.
Se ha formado en este lugar un cosmopolitanismo comercial, hay vendedores de todas las nacionalidades, desde coreanos, chinos, árabes, africanos...
–¡Empanada de mandioca barato!, ¡empanada de mandioca barato! –pasa gritando el hambre, sin ir muy lejos.

Perderse en el Mercado 4 es la mejor forma de reencontrarse con uno mismo. Ya no veo a los escuálidos y silenciosos caballos  (o burricos) arrastrando la carreta. Ahora abundan las motos y los carromotos. En este emblemático lugar, las vendedoras más amorosas te salen al paso, diciéndote con una sonrisa: “Amor, qué estás buscando… Cielo, qué le podemos ofrecer? Cariño,…?” Ellas saben cómo subirnos la autoestima. Y como la afectividad es a veces efectiva, de vez en cuando compro algo. Un cocido con chipa, por ejemplo, ese sabor auténticamente guaraní. Pero cuidado, después del éxito de la película paraguaya 7 cajas los precios han subido en este laberinto y a la vez paraíso comercial.
Los carretilleros pasan con las ruedas chirriantes de su carretilla. Como en la película, buscan a quien llevarles hasta el colectivo, o el taxi las cajas que contienen mercancías. Al recorrer por los pasillos del Mercado 4 me parece escuchar la voz de una chica que grita: “Corrée, Víctor, Corrée, Víctor”. Esa voz parece que se dirige a mí, pero un poder extraño se apodera de mis piernas. Me quedo paralizado ante lo inevitable...

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Visita al lago ypacaraí (Areguá)

Lo que a mí me pasó al ver en un solo plano el árbol florido del tajy, el limpio cielo azul y el lago, fue un amor a primera vista.
Después de ver este paisaje, comprendo por qué Gabriel Casaccia nunca dejó Areguá, por más que se haya exiliado a la Argentina. Su pensamiento siempre estaba por estas calles que nos llevan al lago Ypacaraí. En Areguá sus sueños se alimentaban de los colores de este lugar…  Aquí todo es para siempre, hasta la belleza.
Según creo yo, ‘Are’ significa durar, eterno; y ‘gua’ de. Areguá significa ‘de lo eterno.’
No he podido explicar hasta ahora lo que he sentido al encontrarme en este lugar. Da gusto pasearse por sus rincones, ir caminando desde la Iglesia de la Virgen de la Candelaria hasta el Castillo Carlota Palmerola, luego, pasar por la vieja estación del ferrocarril donde ayer nomás paraban los asuncenos en los días de verano, para al final dirigirse al lago. Sencillamente me siento agradecido por conocer un poco más sobre mi país. Hay cosas que brillan ante nuestros ojos y no las vemos.

Areguá también es conocida como la ciudad de la frutilla. Mientras una señora me sirve una jarra de jugo de fresa, me cuenta que hace muchos años, un vendedor de este lugar recogió unas frutillas de su huerta para venderlas en el mercado asunceno. Se marchó en el tren de la mañana, y cuando volvió al medio día, alegre compartió con sus hijos el éxito de su venta. Las frutas eran tan dulces que quien las probaba compraba algo. Desde entonces toda la ciudad cultiva y vende la fruta más dulce de este lugar.

martes, 10 de septiembre de 2013

La carreta, símbolo de la agricultura paraguaya

En el Puerto de Asunción me encuentro en una plazoleta uno de los símbolos paraguayos, la carreta. Al verla allí me viene a la mente uno de los versos de una canción que ya se ha hecho popular en Paraguay. Dice la canción: “la carreta es el rancho que camina, con el tiempo ha dormido en su rodar”.  
Yo, al igual que Elvio Romero, de pequeño siempre quise ser carretero. No solo para sentirme libre sino también porque me gustaba holgazanear. Muchas veces dirigí la carreta que traía la mandioca, el maíz, el algodón, la leña, la vida…Esa carreta es la cuna apacible donde se mece el antaño sueño paraguayo. De la huella de la carreta nacieron todos los caminos de este país. Es símbolo de nuestra agricultura. En la foto el yugo reposa, sigue esperando al buey que anda por ahí errante. Hay muchos bueyes, pero pocos carreteros.


lunes, 9 de septiembre de 2013

Los niños de la Chacarita

18 de agosto

En uno de los bancos de la plaza, frente al Cabildo, me siento a descansar de mi larga caminata por Asunción. Unos niños pasan corriendo junto a mí, como si acabaran de salir de la escuela (no sé si van a la escuela, seguramente que no). Vienen gritando en guaraní: “Quien llega último es un tonto”. Un policía, muy serio, les dice algo. Uno de los niños, el más sucio, se detiene y llama al uniformado por su nombre, este sonríe y el niño se aleja corriendo. Todos se tiran en la fuente, gritan, están felices. Bajo la petrificada mirada de Juan de Salazar y Espinosa –fundador de Asunción– hacen volteretas en el aire y se zambullen en el agua. Me alegra saber que los niños de la Chacarita aprovechan la fuente que está frente al Cabildo de Asunción, ellos saben que el agua de allí es mucho mejor que la del río. Son listos, de eso no hay dudas.

Mirador de Ita Pytã punta

17 de agosto

‘Ita’ significa piedra, roca; ‘pytã’ rojo. ‘Ita pytã punta’  La punta de la roca roja.
Por la tarde me acerco al mirador de Ita pytã punta. Después de seis años vuelvo a contemplar un atardecer paraguayo, vuelvo al río de mi niñez. Por esta orilla, sentado sobre alguna piedra me ponía a pescar mientras veía a este mismo sol deslizarse para dejar que la luz de las estrellas tomara también protagonismo. Sobre la misma piedra limpiaba los peces capturados, el mandi’i, algún tres puntos, un armado…Cuántas tardes sobre la misma piedra soñé que algún día alcanzaría mi sueño.
Mientras contemplo mi primera tarde,  me viene a la mente mi primer mandi’i, cuya piel plateada ilumina mi recuerdo. Este sol que tarda un poco más en meterse parece que se alegra al verme, como Argos a Ulises, parece ser que es el único que me reconoce. ¡Cómo dejar de ser niño!, si sigo sintiendo lo mismo que hace quince años, ¡alegría! Es como si nunca me hubiera ido, es como si aún siguiera sentado, pescando por algún sueño, sobre la piedra de la que hoy solo quedan arenas.
Hoy miro el ayer desde una parte de mi sueño, y soy feliz.