lunes, 27 de enero de 2014

Raquel Fernández y el vuelo de la Libélula

Recuerdo que cuando era niño lo que más me gustaba era sentarme al borde de un arroyo y pescar bajo la sombra de un guajaivi, mientras contemplaba el vuelo de los «helicópteros» que era como llamábamos a las Libélulas. Entonces no conocía el nombre en español de este maravilloso insecto y nunca había leído un libro de poemas.
El libro de Raquel Fernández Menéndez (Salas, 1993) lleva como título Libélula, y ha resultado ser el ganador del Premio de Poesía de la Universidad de Oviedo de 2013. La calidad de este libro lo abalan sobre todo los jurados que conforman el premio: José Luis García Martín, profesor de Literatura Española y crítico literario; Elena de Lorenzo, profesora de Literatura Española; Sofía Castañón, escritora; y Leopoldo Sánchez Torre, poeta y director de área de Extensión Universitaria.

Casi todos los poemas de Raquel Fernández son un homenaje al arte en general. Ella canta a sus heroínas, canta a Greta Garbo, a Sylvia Plath, a Lisístrata, a Marilyn Monroe y a tantas otras. Libélula es el canto a las «mujeres extraordinarias que creyeron en la esperanza» de cambiar la sociedad, de ponerle algo de belleza, de dulzura...
Libélula consta de dos partes. En la primera, «Nacimiento de una libélula lejos de un lago», poemas como «Astapovo» evocan la estación en la que pasó sus últimos días de vida Tolstói: «En Astapovo las libélulas son el humo de una pipa / que adorna la barba de un anciano, / para mecer los sueños de mujeres de barro.» Leemos «Otilia», un poema que hubiese gustado a Cesar Vallejo, porque habla de su Otilia, «aquella lavandera del alma», aquella musa. Raquel Fernández dice: «Como en 1922, lavaba la ropa, / y era hermosa. / Hoy, Otilia vuela [como libélula] entre el pelo de Vallejo, / maldice que nadie pueda olvidarse / de sus manos, y que en esta primavera / eterna y cruel tantos conozcamos su desdicha, / y siga lavando la ropa.» Ya lo he dicho, a Raquel Fernández le inspira todo lo que es arte, todo lo que vaya «contra el vacío de la memoria», como leemos en «Frida y la lluvia» que describe la foto de Frida Kahlo y Granizo, ese emblemático venadito, ese pequeño y tierno «Bambi» que sucumbió a las caricias de la artista. 
En la segunda parte del libro, poemas como «ERE» trata sobre el tema del desempleo. Como leemos en este acrónimo: «Entienda esta / Rápida actuación: / Es la única salida.» Muchas personas habrán escuchado estas frases al ser despedidas de su empleo. Raquel Fernández, con esta crítica al sistema, demuestra que es una persona preocupada por lo que está pasando en el país. Conoce la situación tan bien porque todo lo observa y no se calla, no se queda con los brazos cruzados. Cualquier boca sirve para decir la verdad... «Podría, no conociendo sus nombres, / conocer sus miradas y sentir su miedo.», dice de la gente a la que observa en la calle.
En fin, a nuestra joven poeta no solo le inspira la música, el cine, la pintura… sino también la vida de la sociedad, esa que duele realmente. Por eso creemos que Raquel es una poeta cuya luz ha de sobrevivir a la memoria porque su Libélula bebe de las mejores fuentes de la cultura y se posa en nosotros para dejarnos marcados en lo más profundo de nuestro ser… Por eso es fundamental conocerla mejor, por eso estas preguntas le hacemos…

CDL - ¿Cómo te sentiste cuando te dieron la noticia de que resultaste ser ganadora del premio?

RF- Es una alegría ver tus poemas reconocidos por vez primera. Este premio lo recordaré siempre con especial cariño. Lo primero, porque fueron mis amigos de la facultad quienes me animaron a participar; lo segundo, porque se falla en la universidad en la que estudio; y, lo tercero, porque detrás de quien organiza el premio hay profesores que saben que la vida universitaria está más allá de las aulas.

CD- ¿Tiene algún significado especial para ti el título de tu libro?

RF- La libélula es una metáfora de la observación, es la literatura misma, el acto de captar en la palabra (y, por tanto, en la memoria) un instante. Tiene que ver con la cita de Juan Carlos Mestre que abre el libro («Yo tenía una libélula en el corazón como otros tienen una patria/
a la que adulan con la semilla de los ojos»).  También con la actividad del biólogo, que observa a un animal y amplía así su realidad.
Era difícil encontrar un título que recogiese todo el contenido del libro, y la libélula es la imagen que lo recorre. Al final, decidí dejarlo solo con esa palabra, porque me parecía que daba impresión de sencillez.
Hace unos días alguien me decía que le recordaba a la libélula de Ted Hughes, esa que sale en «To Paint a Water Lily», y me pareció una asociación curiosa. Me gusta que el título esté alcanzando nuevos significados.

CDL- Yo lo había interpretado como la evolución final, la metamorfosis definitiva...

RF- Algo de eso hay también, pero es una lectura mucho más personal. Si todo el poemario se basa en la observación y búsqueda de la libélula, hay evolución cuando se encuentra a ese animal (que ha realizado ya su metamorfosis).

CDL- Hablemos de tus inicios. ¿Recuerdas a qué edad escribiste tu primer poema?

RF- La escritura de poesía no llegó hace tanto tiempo. Siempre escribí cuentos cortos, ya desde el colegio. Fue en el bachillerato cuando aumentaron las lecturas de poesía. Además, en ese momento también surgió la idea de escribir un libro. Comprender el conjunto de poemas como algo orgánico, como algo que pueda leerse de principio a fin, fue lo que marcó el cambio.

CDL- Con ese cambio, ¿sientes que ya has encontrado tu propia voz?

RF- Reconozco aún algunas inseguridades. Creo que para eso habrá que esperar a que pueda publicar algo más. Eso sí, lo que escribo ahora va por un camino un poco distinto.

CDL- ¿Qué es lo que más te inspira, la naturaleza o el arte?

RF- Ambos son imprescindibles. La metáfora sobre la observación que recorre todo el libro reivindica tanto a la naturaleza como al arte.  Aristóteles decía que el arte imita a la naturaleza. Yo creo que ambos están unidos por quien los contempla. Para mí no es muy distinto contemplar la naturaleza y entrar en un museo, ver una película, o leer un poema (salvando las diferencias, claro está).

CDL- ¿Cómo te surgen los poemas? ¿A qué hora sueles ponerte a escribir?

RF- Los poemas surgen muchas veces de una imagen concreta que aparece en mi cabeza y desarrollo. A veces esa imagen viene de la escena de una película, de una fotografía, o de algo que ocurre en la calle. Creo que el momento más interesante en la construcción del poema es cuando intento reflejar cómo se superponen esas imágenes en mi cabeza. Por ejemplo, en el poema «The Hours», puede verse casi un collage: están la película The hours, la cita de Lisa Simpson y la fotografía de Chema Madoz, pero es la imagen de las alas de la libélula cortadas por las tijeras del pescado lo que une a las tres imágenes. 
En cuanto a cuándo escribo, soy bastante desordenada. Voy apuntando ideas que después desarrollo, y eso lo hago a cualquier hora. Sin embargo, es por la noche cuando corrijo con calma los poemas y pienso en cómo podrían evolucionar esas ideas iniciales. Lejos de coincidir con la postura romántica del poeta y la noche, es simplemente una cuestión de silencio.  

CDL- ¿Qué te llevó a escribir el poema «Pan para el pan», en el que también citas a Marea?

           RF- Te agradezco que me preguntes por él. En primer lugar, tengo que decir que la cita ha sido casual, pues no conocía la canción de Marea. Me alegro de que lo observes.  
           Con respecto a qué me llevó a escribirlo, el poema se enmarca en la preocupación social que caracteriza la segunda parte del libro. Creo que en estos textos influyó mucho mi lectura de El día que dejé de leer «El País» de Jorge Riechmann. Creo que, publicado en 1997, tiene una vigencia que asusta. Cuando lo leí me pareció profético de la situación económica y social en la que nos encontramos.

CDL-  Si te invitaran fuera de España para que leyeras tus poemas, ¿qué país preferirías?

RF- Me encantaría ir a leer a cualquier país de Hispanoamérica: por lo que me han influido algunos de sus poetas, y por la importancia de la poesía en ciertos contextos sociales.

CDL- Pues mira, yo siempre les digo a mis compañeros de la facultad que si el día que estén graduados y no pudieran encontrar un puesto en España, les ofrecía ir a Paraguay para enseñar, que allí nos hace mucha falta buenos profesores. ¿Puedo contar contigo para ese proyecto? 

RF- Desde luego que sí. Sería muy gratificante, no solo por el contacto con la gente, sino también por el contacto con otra lengua como el guaraní.

CDL- De las mujeres a las que nombras en tus poemas, ¿a quién te gustaría parecerte más?

RF- Es una pregunta difícil. Creo que no podría ni querría parecerme a ninguna. En el libro hago homenaje a unas cuantas. Nombro a Sylvia Plath, a Patti Smith, a Marilyn Monroe, a Greta Garbo, a Virginia Woolf… También hay algunas que son personajes, como Anna Karenina, Pina (la protagonista de Roma, citta aperta) o Lisístrata (de la comedia de Aristófanes que lleva su nombre).
Desgraciadamente, su aparición en los poemas a veces es un reflejo del dolor humano, pero también de la lucha y de la sabiduría.

CDL- Ese dolor humano que se refleja en tus poemas demuestra que la poesía para ti es un medio para defender aquello que realmente nos afecta a todos. ¿Crees que los poetas deberían hablar de estos temas sociales (la crisis, el paro…) y no solo encerrarse en temas que le ofrece la literatura como arte? 

Por supuesto. La literatura se escribe y se lee en un momento que la condiciona. Aislarse no es solo imposible, sino que, además, es absurdo y supone caer en el solipsismo.
No quiero decir con esto que todo lo que se escriba haya de ser un panfleto, sino que es imposible separar tajantemente los problemas que nos rodean y el acto de escribir.

CDL- Aparte de la poesía, ¿cultivas algún otro género literario?

RF- Siempre me ha interesado muchísimo el teatro. Ahora mismo, más que la novela, me gustaría mucho poder escribir un texto teatral. Me interesa la interacción con el público, la comunicación inmediata con otro que está en frente. Es algo que no difiere demasiado de lo que ocurre en una lectura de poemas.

CDL- ¿Crees que la literatura, la poesía en especial, sirve para algo?

RF- Tal vez la poesía no sea un arma cargada de futuro en el sentido en que lo pensó Celaya, pero es un arma cargada de pasado, y solo con él podemos construir el futuro.
El poema es el lugar de la memoria, y sin ella ni se puede avanzar, ni se puede pensar en construir un futuro. La literatura busca la captación de un instante, y solo en instantes vivimos y podemos comprendernos. Por eso es tan necesaria.      

CDL- Entonces, ¿se podría decir que la filología tiene un futuro optimista y un papel muy relevante para construir un futuro?

RF- Sobre todo lo segundo. El estudio de los textos es el estudio de la humanidad. Si queremos comprendernos, tendremos que rastrear en el enmarañado tejido lingüístico que nuestros  antepasados tejieron, y de eso se encarga la filología.

CDL- Mi pregunta favorita: ¿Has leído a algún escritor paraguayo?

RF- Además de a Augusto Roa Bastos, hace poco descubrí al poeta paraguayo Elvio Romero. Eso sí, me queda mucho por profundizar en su figura y en la literatura tristemente marginada de todo un país.