viernes, 28 de noviembre de 2014

¡Un libro delicioso!

El arte de freír patatas
Chelo Pineda Pizarro
Badajoz, Editora Regional de Extremadura, 2013


El arte de freír patatas es el primer libro de relatos que publica Chelo Pineda (Villanueva de la Serena, 1970). El mundo de la infancia, del hogar y la familia, del amor son los motivos de este libro. Encontramos la presencia del arte en “La cueva del tesoro”. El tema del amor aparece en “El descansillo de la escalera”, un cuento sobre un amor de juventud, un reencuentro. Una historia como la vida misma, con el que el lector podrá identificarse.  ¿Quién no se ha enamorado alguna vez de su profesora?, nos preguntaremos al leer “Fotos en duermevela”, donde solo una foto de infancia basta para despertar al primer amor, el amor más puro, el más ingenuo. En el último párrafo de “El arte de freír patatas”, podemos encontrar un consejo no solo culinario, sino de la vida y de los cuentos mismos: “El secreto de freír las patatas no radicaba en el aceite, ni en su grado de maduración, ni en la forma de pelarlas…, consistía en cocinarlas para la persona, o las personas, que más querías en este mundo”. El secreto de deleitar también lo poseen estos cuentos, con historias memorables, melancólicas, que beben de la vida. Historias que se pueden leer de una sentada. Viajes cortos, pero intensos y amenos. ¡Quién no podrá disfrutar de la lectura deliciosa de este libro!

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Tánger, una musa


Más allá, Tánger
Álvaro Valverde
Tusquets, Barcelona, 2004

            ¿Quién no se ha enamorado de una ciudad a la que no olvida y a la que desea volver siempre? Los cincuenta poemas que conforman Más allá, Tánger nos hablan de ese amor. Un libro en el que no aparece un índice que  nos guíe. Pero no hace falta porque todos los poemas hablan de Tánger y tienen una coherencia narrativa. Toda lectura es un viaje al pasado.
Como leemos en la solapa, en este libro “se entrecruzan dos voces: la que podríamos llamar del narrador y la de una mujer, protagonista del relato. Sí, un hilo narrativo gobierna estos poemas que, por otra parte, no renuncian a ser lo que son: poesía”. La poesía es la que nos guía, la que nos muestra la ciudad, la que nos pierde, las que nos confunde de voz, la que nos lleva verso a verso hasta Tánger.
            En Más allá, Tánger, el recuerdo hace presente todo lo que no se traga el olvido. Y es que, como decía Gibran, el recuerdo es una forma de reencuentro.
Tánger renace en la memoria, como en el poema 1 (ninguno lleva título); y en el 4, donde leemos: “Como a Venecia, Valparaíso o Estambul, / sólo hay un modo de llegar a Tánger”, y no nos dice cuál es ese único modo. Tal vez sea el recuerdo, esa especie de mar donde va a parar muchas cosas de lo que vivimos. Ese mar que nunca muere.
            Se nos presenta la ciudad, siempre blanca, como si quisiera purificarla el poeta hasta el punto de llegar a santificarla: “Una sábana al sol” (poema 5), “El blanco se serena entre lo azul” (poema 8), etc.
            ÁlvaroValverde a veces recurre a las referencias clásicas. Como en el poema 11: “Cualquier calle da al mar. / Cualquiera, en consecuencia, / da al morir”, evocación manriqueña. Pero por mar es la forma más fácil de llegar a Tánger.
            El tono narrativo de los poemas se adapta perfectamente a las descripciones de la ciudad. En el poema 18, una simple avispa revolotea sobre una copa de ámbar dulce y que huele a azahar, y le trae al poeta un recuerdo de la ciudad añorada. Cada avispa le pica en el corazón, diría Rubén Darío.
            En el poema 23, leemos la historia de la familia relacionada con Tánger. La madre era la que más quería a la ciudad y el padre el que siempre deseaba irse de allí. El narrador y la protagonista heredaron de la madre ese amor. Más adelante, en el 35, se puede leer que es la madre la que se acuerda todos los días “de su ciudad perdida”. Pero el padre es uno de los protagonistas destacados del relato, en el poema 25: “Vuelvo a ver a mi padre / con la cámara en el hombro / a las puertas del Minzah. […] Aunque no veo su cara, / me mira con los ojos encendidos”. El 31 nos cuenta que el padre llegó a Tánger a finales de los treinta. “Como otros, venía / de perder una guerra.”. Es la historia de un destierro este poema, como el 38, “Vinieron de un destierro / para exiliarse en otro”. También el 48  nos narra la historia de la Guerra Civil española, la separación de los seres queridos y, finalmente, la huída. 
            En el 44, en la habitación de un hotel, donde “la noche es un lugar interminable”, rodeado de lujo y de mosquitos, el narrador piensa en Tánger y en el tiempo (como Garcilaso): “[…] Lo bastante / para evocar al clásico y pararme / a contemplar mi pobre estado”. Pero no es el sitio ni el momento adecuado para eso, reflexiona. Decide aguardar al sueño que le ha de llevar a la ciudad que añora tanto.
            Como Lorca, como Juan Ramón Jiménez y tantos otros, Álvaro Valverde dedica un libro de poemas a una ciudad. Más allá, Tánger es una forma de ver esa ciudad, de volver a ella, de quedarse allí para siempre.  

martes, 11 de noviembre de 2014

Che retã


                                                         Oiménepa,
                                                         ñandéicha, Anahi,
                                                         hetã hetaitéva.

                          

domingo, 9 de noviembre de 2014

La luz de Adela Sainz Abascal

Esa extraña, la luz
Adela Sainz Abascal
Renacimiento, Sevilla, 2014

      Adela Sainz Abascal (Saro, Cantabria, 1965) acaba de publicar su tercer libro, Esa extraña, la luz, que consta de treinta y nueve poemas y, está dividido en cuatro partes. El núcleo del volumen es esa búsqueda que la poeta, con un lenguaje visual, sugerente, enigmático a veces, hace sobre el papel en blanco, esa otra luz “donde [se] hospeda el silencio”,  donde ella quiere dejar o encontrar un poco de su oscuridad. De ese momento de la escritura nos hablan algunos poemas, como “La batalla” o “El fulgor del rayo”. Otros, como la punta de un iceberg, dicen mucho más de lo que parecen decir, por eso hay que leerlos entre líneas para encontrar su sentido e interpretarlos. También se inspira en el recuerdo de la infancia, esa fuente inagotable. Sainz Abascal utiliza indistintamente la primera y la segunda persona del singular, con la que la poeta parece dirigirse a sí misma. Con este libro descubrimos que escribir es buscar en una hoja en blanco lo que no sabemos aún qué es. La poesía es descubrimiento. Como dice en el poema “Buscando qué”: “Y si me pusiera a escarbar la tierra, / buscando ¿qué?, y encontrase”. Este libro es sin duda un placentero encuentro con la poeta buscando también ese algo que no sabemos qué es.
      Copio a continuación un poema:

                El fulgor del rayo

            Emborronas,
            antes de comenzar,
            una letra de la cabecera.
            Y sabes,
            con certeza
            similar al fulgor del rayo,
            que la página está,
            como otras,
            condenada al fracaso.


 [El comentario se publicó en el número dos de la revista Anáfora]