viernes, 14 de agosto de 2015

Juan Ignacio González

Cuando enero fue pasto de las llamas
La Cruz de Grado, Gijón, 2015

Hay libros que son como los puertos en los que sí o sí hay que parar y a los que hay que volver cada cierto tiempo. Uno de ellos es el último libro del poeta Juan Ignacio González, Cuando enero fue pasto de las llamas. Al acabar de leerlo, una de las palabras que queda repitiéndose como un eco sublime en nuestra memoria es “esperanza”. Quizá porque algunos de los poemas cantan a esa especie de luz que es la esperanza (véase, por ejemplo, “Cuando enero fue pasto de las llamas”: “Crees en ella y te salva, te salva para siempre / de todo lo vivido en estos años, / de todos los recuerdos de la infamia”). En forma de monólogo, en “La certeza del día”, “Pisadas en la niebla” y en otros poemas, el poeta toca temas como el paso del tiempo (y el pasado que requema su memoria: “Yo viví atado aquí, en la dura costumbre / de ser fiel al silencio”), la infancia, el entorno familiar, la muerte, el amor, etc. Este libro narra la historia de una vida, la vida de Juan Ignacio González, cuyo refugio siempre fue la poesía.

Manual de instrucciones para iniciar el día

No dejar que las sombras atenacen la almohada.
Abrir las manos para sentir hambre
de noches de aguaceros y besos ateridos.

Dejar que quede escrito en la pared del tiempo
todo el amor del mundo.
Permitir que otras manos invadan las estancias
de tu cuartel de invierno.

No posponer el gozo.
Cerrar la puerta a todas
                                      las calas del olvido.
Hacer que sea propicio el cuerpo a los deseos,
que no hallen un resquicio de piel sin habitar,
donde quiera que vayas.



lunes, 10 de agosto de 2015

Martín López-Vega comenta "La patria del hombre"

Supongo que tengo la suerte de causar la primera impresión de ser una buena persona (aunque luego puede que decepcione). El poeta y crítico literario Martín López-Vega​  ha criticado generosamente mi libro La patria del hombre, en su blog Rima interna. No sabe la ilusión que me ha hecho, estoy muy feliz y agradecido. Es un honor para mí. Pero todavía queda camino que recorrer y mucho que mejorar y aprender. Hoy dormiré con la sonrisa puesta y con el volumen de los sueños un bien alto.