viernes, 16 de diciembre de 2016

Jugar con fuego


 
Me preguntan qué libro publicado en este 2016 merecería ser destacado. Entre las mejores publicaciones del año, yo destacaría principalmente la recuperación en facsímil de los once números de la revista Jugar con fuego (Ediciones Ulises, 2016). Todos en un solo tomo. Una revista de poesía y crítica literaria, fundada y dirigida durante los años 1975 y 1981 por el poeta y crítico José Luis García Martín (Aldeanueva del Camino, Cáceres, 1950).
            Como una especie de Feijoo, radicado en un rincón de Avilés, se mantuvo al tanto de todas la novedades literarias. Para ser más exactos, no solo dirigió la revista, sino que escribió en gran medida todo el contenido, especialmente en los primeros números. Pero la parte crítica, que era (y sigue siéndolo hoy) la más destacada, estuvo íntegramente a cargo del genio de García Martín. Las reseñas llevaban la firma de Alfonso Sanz Echevarría y Bernardo Delgado, dos de los heterónimos del José Luis García Martín. Al principio nadie sabía que esos dos nombres eran los heterónimos de García Martín, un escritor pessoano, capaz de imitar los estilos de cualquier poeta. Un poeta camaleónico. Por suerte, hoy tenemos la ventaja de contar con las aclaraciones de Pablo Núñez, que hace la introducción del facsímil, para evitar hacernos un lío con los pseudónimos, lío que seguramente tuvieron los lectores de los años 70.
            La crítica de García Martín en estos últimos cuarenta años de poesía española se ha vuelto no solamente válida y objetiva, sino necesaria para el lector y también para el escritor mismo. Jugar con fuego quizá sea la obra maestra de García Martín. En ella se hizo conocer el primer libro de Víctor Botas y estudios sobre la poesía de autores del 50 y del 70 (como Ángel González, Ángel Crespo, José Ángel Valente, Francisco Brines y tantos otros) que forman parte ya de la historia de la literatura española contemporánea. Pero además en sus páginas aparecieron los poemas de Juan Luis Panero, Juan Gustavo Cobo Borda, José Kozer, etc.
            En el epílogo del facsímil, García Martín confiesa: «En Jugar con fuego, una revista que no dependía de nada ni de nadie, jugué a decir lo que muchos pensaban pero nadie decía, o solo lo decían en voz baja y entre amigos» (pág. 785). Lo cierto es que García Martín es uno de los últimos de su especie, un crítico valiente, de los que no venden gato por liebre al lector. Por eso es uno de los críticos más admirados (y temidos) de España. Con Jugar con fuego empezó todo y sus páginas siguen encandilando al lector de hoy en día. Como ayer mismo.

jueves, 8 de diciembre de 2016

Tras las «migas» de Gabriel Insausti

 
Ya se sabe que los libros de aforismos no se leen, se picotean. Después de la lectura de cada aforismo, el lector ha de detenerse a pensar, a reír, a hacer algo o no hacer nada, pero no seguir leyendo inmediatamente para no atragantarse (lo recomendable es leerlo acompañado de un vaso de algún líquido, lo ideal sería agua o vino) o simplemente para evitar caer en el tedio.
Se sabe también que el aforismo es una forma de creación cuyo auge se vio impulsado por la lectura fugaz de los usuarios de las redes sociales. Anteriormente solo lo podíamos encontrar metido, como virutas, en medio de textos.
La mayoría de los escritores que utilizan las redes sociales publican de vez en cuando frases ingeniosas. Como el poeta Carlos Marzal, Karmelo Iribarren, Felipe Benítez Reyes, Manuel Neila, Enrique García-Máiquez, el cubano León Molina, etc. Todos ellos han recogido esas ocurrencias en libro. Pero hay muchos otros que no publican libros de aforismos y, sin embargo, suelen dejar entres sus prosas o poemas alguna línea para que el lector se sorprenda al leerlo, maestros como, José Luis García Martín (en alguna página de sus diarios leemos: «También para el amor propio debería existir el divorcio») o Javier Almuzara (en su maravilloso Catálogo de asombros abundan frases como «La belleza es imperfección con encanto»).
Este nuevo escaparate de las redes sociales ha llevado a algunas editoriales a crear una colección expresamente dedicada a este tipo de escritos. Solo por citar algunas: Renacimiento, Cuadernos de Vigía, La Isla de Siltolá. En esta salió publicado El hilo de la luz, del poeta y narrador Gabriel Insausti (San Sebastián, 1969), el último libro de aforismos que acabo de leer.
Los aforismos de Insausti, como la mayoría de los que he estado leyendo, oscilan entre la reflexión, la ocurrencia, lo chistoso y lo paradójico, a veces con un toque poético. Insausti es uno de los pocos autores de frases cortas que merece ser llamado aforista. Su libro, lleno de gracia, y buenas ocurrencias, es uno de los mejores libros de aforismo con los que he podido toparme. He aquí algunas «migas» como los llama el autor. A ver si te llevan, querido lector, hasta El hilo de la luz:

«¿Distraído? Es que estoy atento, pero a otras cosas».
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«Hacerte feliz, no: acompañar tu felicidad».
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«A veces el mejor insulto es una simple descripción».
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«En el poema es primero la cirugía y después el organismo».
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«El rencor es un boomerang».
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«No se pierde la fe, se cambia de dioses».
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«El que nunca ha tirado una piedra, que tire la primera piedra».
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«Pero, ¿cómo va a pensar claro un tipo llamado Confucio?».
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«Hay cosas de la vida en que buscar es el camino más rápido y seguro para no encontrar».
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«Las personas, al contrario que los objetos, cuanto más cerca se ven más pequeñas».
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«OBSTÁCULO: (sust.) dícese del pretexto que concedemos a nuestra pereza».
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«Cuando el amor se marchita cambiamos de amante. Quizá deberíamos cambiar de amor».
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«Envejecer es un lento striptease».
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«La mosca está convencida de que el tozudo es el cristal».
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«Lo increíble es que sea el periodismo el que tenga mala prensa».
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«El buen maestro enseña a no necesitar maestros».