miércoles, 31 de agosto de 2011

Frutas de Jardines ajenos IV

Inundará el invierno todo mi ser: temblores,
odios, cólera, horror, labor dura y forzada.
Y, como el sol clavado en su infierno polar,
un bloque helado y rojo será mi corazón.
Baudelaire

El silencio del indio es lo que duele, no su noche tan negra,
no el peso que lo aplasta.
Luis Alfredo Arango

Mi corazón no tiene la espantosa fealdad de mi rostro.
Baudelaire

Las sonrisas, los suspiros y los besos:
palabras sin sintaxis.
Ernesto Cardenal

Soy tan pequeño que el día apenas cabe en mí.
Cesar Vallejo

Nunca, sino ahora se me acercó un niño y me miró
Hondamente con su boca.
Cesar Vallejo

Una casa viene al mundo, no cuando la acaban de edificar
sino cuando empiezan a habitarla.
Cesar Vallejo

La leña verde no arde tranquila;
Habla como cotorra, suda, se contrae, llora…
Miguel Angel Asturias

Envejecer es esto:
que muera el corazón sin que se pare.
Antonio Rivero Taravillo

Después de la amargura y después de la pena
es cuando da la vida sus más bellos colores.
José Hierro

El amor lo aprendí de un solo beso.
Pablo Neruda

No me gusta
el hombre
sin mujer,
ni la mujer
sin hombre.
Pablo Neruda

Si sobre dos cabezas
cae la nieve
es dulce el corazón
caliente de la casa.
Pablo Neruda

¡No tentéis más, placeres, a un corazón sombrío!
Baudelaire

¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de virtudes!
Cervantes

Nacemos con una estrella, buena o mala y con ellas nos estrellamos.
Gabriel Casaccia

Trazó una vaga señal de la cruz en el aire con la mano en que llevaba el látigo.
Gabriel Casaccia

Necesitamos del espejo de los libros para vernos, o para descubrirnos…
Gabriel Casaccia

Si encontramos lo que nos rodea triste y tedioso, es porque llevamos la tristeza y el aburrimiento con nosotros. Usted sólo encontrará fuera lo que lleva dentro.
Gabriel Casaccia

Viviendo, todo falta
Muriendo, todo sobra
Lope de Vega

Cuando llegue la lívida mañana,
mi hueco vacío encontrarás
y helado seguirá hasta la noche.
Baudelaire

Todos los días veo
mujeres solitarias
que por ti me preguntan.
Pablo Neruda

miércoles, 24 de agosto de 2011

Un español paraguayo


Rafael Barrett
El dolor paraguayo y Lo que son los yerbales
Capital Intelectual, Madrid, Buenos Aires, 2010

Después de leer este libro que más que libro es un mapa del sufrimiento, de la realidad del Paraguay, ya no he vuelto a ser el mismo. Siento como si todo este tiempo mis ojos hubieran estado cubiertos por una nube que no me dejaba ver las llagas que iban pudriendo mi alma. He quedado emocionado con cada palabra dicha, reflexionada filosóficamente por este hermano. Con este libro, cuyo índice fue preparado por el propio Barrett poco antes de morir, recupero la dosis de identidad que me faltaba. Un libro, una historia, un cuadro donde se retrata, como dice su título, El dolor paraguayo, un libro que es un tesoro en sí, que es la miel que podría calmar la herida que abre el olvido, la guerra que genera a la esclavitud, la pobreza que genera la ignorancia y todas cosas que vuelven peor nuestro mundo.

En cada línea de este libro se refleja el amor por la tierra que lo engendra todo como sinónimo de mujer. Con sus capítulos nos invita a mirarnos en el espejo de la historia para decirnos que los grandes países antes de llegar a su plenitud pasan por los más grandes obstáculos.
Y es que cuando Barrett pisó la tierra paraguaya, se quedó con la boca abierta, viendo que nadie hacía nada, que nadie lloraba, que nadie podía huir, vio al niño sin ningún gesto en la cara. Dejó caer su maleta, se arrodilló como quien vuelve después de un largo viaje y encuentra frente a sí la casa quemada. Luego palpó la tierra y se manchó de sangre las manos, la sangre era el llanto, era el grito mudo que sólo él pudo escuchar. Por eso dijo “¡basta!”. Era un soldado desconocido que aborrecía el oro manchada de sangre (“reíos del oro, símbolo vació de la energía humana”), aborrecía la esclavitud, aborrecía al falso doctor que adorna su oficina de libros que nunca leyó.
También defendió al idioma guaraní y pronosticó positivamente que “los enamorados, los niños que por vez primera balbucean a sus madres, seguirán empleando el guaraní…” porque es el idioma de esta tierra, el idioma que amamanta nuestra raza.
En el capítulo “La poesía de las piedras” invoca a la piedra blanca que da la dicha (y la piedra de color negro la desgracia), diciendo: “Piedrecita blanca, escondida en el nido del cabureí, compadécete de las cándidas nostalgias de un pueblo castigado, y adorna su abandono con las imaginaciones de lo imposible”.
En el capítulo “Diabluras familiares”, basado en las creencias paraguayas, nos dice que todo a nuestro alrededor tiene un mensaje: “¿Tropezáis en el umbral? Vuestra mujer o vuestra novia os engaña. ¿Os pica el centro de la mano? ¡Dinero! Volved la palma hacia donde lo haya y os irá a maravilla.” También descubrimos curas que parecen insólitas hoy en día, pero que de alguna manera han tenido éxito. Por ejemplo, nos dice cómo solucionar el orzuelo, también llamado mal de viudas. “Quien padezca frecuentemente de orzuelos, se casará con viudo. Para curarlos no hay sino un procedimiento: pasarse el brazo por detrás de la nuca, y frotarse el ojo con el dedo medio mientras se dicen los nombres de siete viudas”.
Y va mirando a las mujeres paraguayas y dice: “Son ellas las que afrontan, indefensas, la dura realidad. Son ellas heroicas, las que despiertan la fecundidad de los campos…; las que hilan y tejen y cosen… En verdad estas mujeres amamantan a su patria”, y mira a los niños tristes que no corren, no saltan, no juegan, cabizbajos como si fueran sus cuerpos de madera; nunca ha visto niños tan serios. Y mira el obrero y lo ve y se maravilla diciendo: “obrero no quiere decir esclavo; quiere decir creador”. y canta a la tierra con un acento que parece de Walt Whitman: “la santa tierra, la madre inmortal, doblemente madre, porque después de darnos la vida, nos ofrece el reposo”. Y nos dice que el cambio de un cuerpo, primero sucede en la célula. Es un mensaje al cambio de la mentalidad del paraguayo.
Y en los capítulos “Los trofeos” y “El estado y la sombra” hace una profunda crítica a uno de los responsables de la Guerra Grande denominada Triple Alianza contra el Paraguay. Y escribe: “Los paraguayos que disputaron su tierra a los que la invadieron, madres que defendían a sus hijos, hijos que defendían a sus madres, son digno de respeto y de piedad… En la Argentina no se debía recordar la guerra del Paraguay sino con sonrojo y remordimiento. Esa guerra de exterminio ha sido una gran vergüenza… Vergüenza sí para los gobiernos, para los jefes. Vergüenza para los diputados de la cámara argentina que evocan con orgullo hazañas de salvajes y se atreven a decir que la guerra del Paraguay se hizo ‘con hidalguía y humanitarismo’, que fue ‘obra redentora, libertadora’. ¿Humanitarismo es el aniquilamiento de una raza? Aquí no se trajo la libertad, sino la muerte. ¿A quién se ha dado la libertad, ¡oh! ‘hermanos’ generosos? ¿A un montón de cadáveres?... No son los funcionarios, los políticos que borrarán las fronteras. No los que pavonean y gozan, sino los de abajo, los que trabajan, sueñan y sufren, son los que realizarán la fraternidad humana”.
En este libro sentí el sabor dulce de la poesía, la lógica evidente del ensayo y la magia fantástica del cuento y de las leyendas que habitan nuestros sueños y que vuelan de generación a generación.
El gran hermano que tuvimos, que nos amó y nos enseñó a defendernos culminó su libro de artículos referente a nuestra tierra diciendo: “Paraguay mío… ¡no mueras! ¡No sucumbas! Haz en tus entrañas, de un golpe, por una hora, por un minuto, la justicia plena, radiante, y resucitarás como Lázaro”. Yo, después de leer esto ya no quiero darme por vencido.
El profeta Barret anunció muchas veces que ya nadie, sea paraguayo, sea extranjero, deshonrará a nuestro país, porque él supo nuestro valor, supo que algún día debíamos despertarnos y cambiar uno a uno y trabajar por reconstruir nuestra patria como las hormigas reconstruyen todas juntas su nido, defendiéndose unas a otras.
Os invito a conocer, con Rafael Barrett, el Paraguay con cada capítulo. No hay página en este libro que no resulte inolvidable.

Cristian David López
21/08/11

martes, 23 de agosto de 2011

Frutas de Jardines ajenos III

Elige con cuidado tu vestido
-el negro es perfecto para seducir a las sombras.
 Herme G. Doris

No sé si aún es posible escribir como Góngora, pero todavía es necesario leer como si todo fuera gongorinamente alambicado, para sacar oro de las profundidades del texto. Así me gusta escudriñar el mundo, porque todo es literatura.
Javier Almuzara

Solo está solo el que estando solo está mal acompañado.
Javier Almuzara

Quien no sale de la soledad no sabe quién es, y quien no se retira de la sociedad no conoce el mundo.
Javier Almuzara

Malo, es realmente, el hombre que no tiene una mujer que llore por él.
Sir Arthur Conan Doyle

Soy el único extranjero
que nació en esta ciudad.
Cristian Gómez Olivarez

No he encontrado mejor manera de amar a los demás que el ejercicio de la poesía.
Joan Margarit

¿Será que entre los hábitos
de la memoria está
el de olvidar la vida
como se olvida el sueño?
Herme G. Doris

Solo tiene algo suyo quien todo lo ha perdido.
José Ángel Buesa

Así que no los mires con fijeza,
pues verás el túnel.
Felipe Benítez Reyes

Hay un problema entre nosotros: tú
vives dentro de mí y eso es muy grave.
Alberto Vega

Las mujeres que quiero van otros.
J. M. Fonollosa

sábado, 20 de agosto de 2011

Nuestro dulce idioma guaraní

   Aún sigo escuchando y viendo el desprecio de algunos compatriotas por el guaraní. Aún siguen creyendo que este idioma es la rémora, el culpable que no nos permite salir a flote en diversos campos intelectuales, creen que el guaraní es el causante de la falta de progreso de las personas. Aún siguen pensando que el guaraní es signo de bajeza, de campestres, de ignorantes.
   Conozco padres de familias que han prohibido a sus hijos hacer uso del guaraní, llegando incluso a castigarles. Yo a eso sí que lo llamo ignorancia.
   ¿Pero qué clase amor al país es ese, qué orgullo?, me pregunto, ofendido¬ Si el guaraní es lo que nos distingue de los demás… Su ritmo, su acento alegre y musical es lo que hace que estén contentos cuando, entre la multitud, entre los extranjeros, en otro país, dos paisanos que se encuentran y se hablen. Gracias al guaraní tenemos nuestro propio mundo, dentro de él nadie nos puede atacar, porque es la coraza que protege nuestra identidad. El guaraní es el idioma que invita, que ofrece sin pedir nada a cambio. Yo lo hablo todo los días, lo canto, incluso hablo solo conmigo mismo en guaraní, porque soy el único que puede entenderme lejos de mi país. Y es que cuando hablo en guaraní no siento que estoy tan lejos del Paraguay.
   El guaraní también ha sufrido persecuciones para llegar vivo hasta aquí, igual que nuestro país. A pesar de todo aún sigue latiendo en nosotros, no hay que apagarlo. Es fuerte, es persistente como nosotros.
   Eliminando el guaraní de nuestra vida no vamos a modificar, ni aumentar nuestra inteligencia, lo único que haremos es ser menos paraguayos. Lo que sí deberíamos hacer es aprender bien tanto el castellano como el guaraní. Esa sería la clave para que todo marche mejor. Y cada lengua para su propósito: el español para lo comercial y para relacionarnos con los cuatrocientos millones que hablan esa lengua; el guaraní para los momentos alegres y para preservar nuestra identidad nacional. Más vale tener dos herramientas complementarias que solo una, aunque un idioma es algo más que la mejor de las herramientas, es nuestra manera de ver el mundo.
   Rafael Barrett vio su valor, vio en el guaraní nuestra riqueza, y lo calificó como un “dolor paraguayo”, porque fue testigo del acoso a que estaba sometido. Lo defendió a pesar de que no sabía hablarlo. Se ponía feliz cuando escuchaba alguna polka.
   Resulta curioso que otros valoren lo que nosotros, que somos sus dueños, no. Dijo Barrett: “Contrariamente a lo que los enemigos del guaraní suponen, juzgo que el manejo simultáneo de ambos idiomas robustecerá y reflexibilizará el entendimiento”.
   No hay duda que él vio todo lo que nosotros no vemos. Conocer nuestra cultura, valorarla, es la única forma de crecer y enriquecernos. Es la manera también de conocernos mejor. A veces el estar lejos, como yo y tantos lo estamos de nuestro país, ayuda a ver la realidad. Y a valorar adecuadamente lo que, por estar en contacto con ello todos los días, acostumbramos a despreciar.


CDL
Oviedo-Asturias
19/08/2011