El alfabeto de los pájaros
Editorial Seix Barral, Barcelona, 2011.
La protagonista de El Alfabeto de los pájaros es Nix, una niña china de seis años de edad. La autora da ritmo y sabor onomatopéyico a su relato, haciéndolo a la vez real y fantástico. Nix vive de la imaginación de su madre, quien le inventa cuentos para calmar sus dudas. ¿De dónde viene ella y por qué es diferente a su madre? ¿Por qué ella es una golondrina y su madre una cigüeña? Esas y otras preguntas son las que vienen atormentando a la niña, como inquietarían también cualquier otro niño abandonado.
Ya el título da una vaga idea de lo que es la vida de Nix, una pajarita cucú (los cucús acostumbran poner sus huevos en nidos ajenos y crecen con padres que no son los suyos).Nix, curiosa por saber de dónde viene, se convierte en la primera niña --acompañada de un cucú guía-- que vuelve a la barriga de la madre, donde empieza su aventura, donde empieza el olvido, donde habita lo cálido, donde se está tan bien, tan protegido y el frío no existe.
Nix es una niña muy valiente: ha sobrevivido al abandono, al orfanato, al viaje con dos desconocidos hacia lo desconocido. Sobrevivió a la desaparición de su primera lengua, al extrañamiento, a la realidad de ser diferente. Había sobrevivido a todas las barreras para llegar a darse cuenta que la familia te es dada siempre. Que puede ser aquella que te adopta y también aquella en la que naces. Los niños no pueden elegir la familia, pero el amor sí es una elección.
Un relato hermoso, lleno de imaginación. Donde los caracteres son dibujos, donde se puede percibir el lenguaje sublime de un poema camuflado. También nos enseña “que hay cosas que no son posibles. Y que las cosas imposibles no son siempre las más importantes. Y las cosas más importantes no son siempre imposible”.
Y por último, una idea que me parece especialmente acertada: “Lo primero que el hombre escucha, mucho antes de nacer, fueron latidos. No los de su pequeño corazón, sino los del corazón de la madre”. El sonido que entibia aquel mundo primero. Y aquel sonido fue nuestro inicio puro, luego vino el olvido.
Cristian David López.
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