domingo, 24 de junio de 2012

Horacio

En un artículo del National Geographic (Vol. 1 Nº 2, 1997), titulado “El legado de Roma”, se nos cuenta que Quinto Horacio Flaco (conocido solo como Horario) fue un pésimo soldado romano. Cuando oyó la orden de “¡al ataque!”, soltó el escudo y echó a correr como un caballo desbocado en dirección contraria. Su arma preferida era la pluma.
Cuando, allá por el año 23 a. C., decidió examinar los logros de su vida, llegó a la conclusión de que su contribución a la vida o a la poesía que para él era lo mismo, sobreviviría a todas las hazañas de soldados y constructores. Nos dice:

“He terminado un monumento más
duradero que el bronce
y más alto que la vieja mole de los reales
pirámides…
No moriré del todo…”

Y así fue. Se inmortalizó este noble romano en la literatura. Cuántos, como Horacio, hoy buscan y anhelan la vida eterna. Sin embargo, en otro de sus poemas más famosos nos insta a no mirar en el futuro, sino en el presente: “Goza el hoy; ¡no confíes en el mañana”. Gocemos el hoy por que mañana nunca llega. O si llega, llega muy tarde. Aprendamos hoy para enseñar mañana, diría yo.
Emiliano R. Fernández, otro soldado, pero que de ninguna guerra huyó, al igual que Horacio gustaba tener como arma la pluma. Lo demuestra en el siguiente fragmento:

"Es mi pluma una doncella, mi bandera, mi heroína,
en la brega nunca merma su audacia y su valor,
ella es lanza que pica, agudísima, muy fina
centinela de mi vida, fiel guardiana de mi honor.
Es mi pluma la bohemia, la armonía campesina,
reprobada por teutones con instinto de malón;
es la víctima del odio de esas almas tan mezquinas
'eruditos trasnochados' de tildado escalafón..."

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