viernes, 24 de mayo de 2013

La culpa siempre es de otro

Hoy me he encontrado con mi amigo el Pombero.
Se sorprendió mucho al verme. Recuerdo que  la última vez que lo vi, hace cinco años, fue en un bus de Buenos Aires. Aquel día yo regresaba de trabajar, estaba cansado y el sol empezaba a reflejarse en los cristales de las ventanas. Venía dando cabezazos en el bus cuando desperté y lo vi, con la misma melena enmarañada de siempre, como recién salido de entre las malezas del yuyal.  Ahí estaba él, sonriente junto a mí.
Pues hoy lo he vuelto a ver, ahora llevaba teñido el pelo de rubio, su nuevo look. Me confesó tímidamente que había dejado de fumar. Le dije que eso fue lo mejor que pudo hacer por la salud pública y por su familia. Luego de una silenciosa pausa, como recordándose de algo que quería contarme, me dijo:
- ¡Qué gordo que estás, che ra’a, che dio!
Yo sorprendido por su comentario quedé helado, no sabía qué responderle, pero después, mirándome la panza, me defendí como mejor pude:
- La culpa no es mía -le dije-, la culpa es de Marta, mi mujer, que tan bien me cuida.

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