martes, 5 de agosto de 2014

Poemas sin una gota de alcohol


Decía Ortega y Gasset que el poeta empieza donde el hombre acaba. Pero la línea que divide uno y otro es difícil de precisar. Hay poetas que no buscan crear un mundo nuevo (que no se sienten dioses), sino solamente ilustrarnos sobre los deseos, los sueños, las vigilias, los viajes, es decir, sobre la vida misma. Este es quizá el caso de Pablo Núñez (Langreo, 1980), cuyo libro Lo que dejan los días fue galardonado con el XII Premio de Poesía Dionisia García y acaba de ser publicado por la Universidad de Murcia.
Abundan las referencias literarias, pero el autor no se permite un atisbo de ironía en todo el libro. El poeta parece buscar idéntico tono sobrio para el conjunto de sus poemas.
Encontramos como temas la evocación del pasado –el poema es también memoria, disco duro–, de la vida como algo cíclico, según ocurre en el poema “Vidas”: “la mar que vuelve y vuelve sin dejar de irse”. Vemos cómo el poeta busca romper el tópico de Heráclito de que ningún hombre se baña dos veces en el mismo río. También en el poema “Plenitud”  contradice el tópico horaciano collige, virgo, rosas. Pablo Núñez nos dice que no nos preocupemos por coger las rosas, que nunca nos haga sufrir aquello que se ha ido, “porque la plenitud / la alegría más pura de este instante / se esconde en aceptar el tiempo y su camino”. No todo se ha perdido del pasado, pequeños paraísos quedan en el recuerdo. “No canto lo perdido porque aún siguen / bien presentes su imagen y el designio / que habremos de cumplir.”, leemos en el poema “El calor de la sombra”.
Los poemas son espejos de quien los escribe. Y en este libro podemos ver a un gran lector de poemas, a uno que conversa con sus poetas favoritos, los cita y los recita y piensa en ellos mientras camina. Porque la literatura es un libro que cuando se abre acapara la vida misma del lector.
Es difícil no amar más la vida después de leer Lo que dejan los días





No hay comentarios:

Publicar un comentario