sábado, 20 de junio de 2015

Estamos todos en pecado


Antes de dormirme suelo leer un poco, dicen que eso es bueno para que el subconsciente tenga algo que soñar. Quizás toda la literatura está hecha de sueños, o al revés, los sueños están hechos de historias ―a las que luego llamamos literatura― contadas a los niños de generación en generación. Hace unos días, antes de irme a la cama, leí unos poemas del poeta alemán Bertolt Brecht. Y durante toda la noche soñé con unos versos suyos que se repetían en mi memoria. La voz que recitaba no era mi voz (suelo leer en voz alta, sobre todo poesía), sino la de unos niños que tenían todos el mismo rostro, sucios y esqueléticos, con las cuencas de ojos vacías. Los versos decían: “Las parejas / van a la cama. Las mujeres jóvenes / parirán huérfanos. / parirán huérfanos, huérfanos…”. No había forma de callar esas voces. No podía despertarme de esa pesadilla.
Al día siguiente empecé a murmurar sin darme cuenta esos versos y pensé en la niña paraguaya embarazada, pensé en las miles de niñas violadas y embarazadas durante estos últimos años, y no pude evitar recitar aun con más fuerza esos versos de Brecht. No pude callarme más. Era la rabia la que recitaba. Era la impotencia la que recitaba. “Las niñas van a la calle / parirán huérfanos / parirán huérfanos”, repetí.
¿Cuántas niñas huérfanas paren a niños huérfanos en mi país? El caso que se conoce ahora en todo el mundo es solo uno de los miles que no salen a la luz, que la gente misma olvida. Los violadores se pasean con la conciencia tranquila por las calles de mi país y nadie hace nada. La gente misma prefiere muchas veces mantener oculto un caso así, porque tal vez creen que es algo natural. A veces creen que es algo vergonzoso, la vergüenza es el silencio. No saben que es un delito, aunque la justicia paraguaya se mantiene ciega ante estas situaciones. Solo actúa cuando un organismo internacional le dicta que “esto es un delito y hay que encarcelar al culpable”.  
Si no sabemos defender a nuestras niñas, ¿cómo podremos defender nuestro país? De ser patrióticos nos ufanamos y destruimos la infancia de nuestros hijos. ¿Quién defenderá a nuestros niños si nosotros mismos dejamos que el lobo viva entre nosotros? Debemos castigar con toda la fuerza de la ley a los que cometen estos delitos para que no se repitan más. No debe haber impunidad para los pederastas. No podemos callarnos. La gente no sabe que su silencio, su falta de protesta también es un delito. El verdadero pecado no es el aborto, sino el dejar que los violadores sigan violando con toda impunidad. Demasiada tolerancia es nuestro pecado.
El verdadero pecado es dejar que nuestras niñas tengan miedo. Si siguen así, acabarán odiando a sus propios hijos huérfanos, y al final ellas también abandonarán a sus hijos. Hijos que crecerán sin el amor de la madre. Los hombres violan a las mujeres porque no recibieron mucho amor de sus madres, porque no aman a sus madres, porque no son hijos de verdad.



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