Antes de dormirme suelo leer un poco,
dicen que eso es bueno para que el subconsciente tenga algo que soñar. Quizás
toda la literatura está hecha de sueños, o al revés, los sueños están hechos de
historias ―a las que luego llamamos literatura― contadas a los niños de
generación en generación. Hace unos días, antes de irme a la cama, leí unos
poemas del poeta alemán Bertolt Brecht. Y durante toda la noche soñé con unos
versos suyos que se repetían en mi memoria. La voz que recitaba no era mi voz
(suelo leer en voz alta, sobre todo poesía), sino la de unos niños que tenían
todos el mismo rostro, sucios y esqueléticos, con las cuencas de ojos vacías.
Los versos decían: “Las parejas / van a la cama. Las mujeres jóvenes / parirán
huérfanos. / parirán huérfanos, huérfanos…”. No había forma de callar esas
voces. No podía despertarme de esa pesadilla.
Al día siguiente empecé a murmurar
sin darme cuenta esos versos y pensé en la niña paraguaya embarazada, pensé en
las miles de niñas violadas y embarazadas durante estos últimos años, y no pude
evitar recitar aun con más fuerza esos versos de Brecht. No pude callarme más. Era
la rabia la que recitaba. Era la impotencia la que recitaba. “Las niñas van a
la calle / parirán huérfanos / parirán huérfanos”, repetí.
¿Cuántas niñas huérfanas paren a
niños huérfanos en mi país? El caso que se conoce ahora en todo el mundo es
solo uno de los miles que no salen a la luz, que la gente misma olvida. Los
violadores se pasean con la conciencia tranquila por las calles de mi país y
nadie hace nada. La gente misma prefiere muchas veces mantener oculto un caso
así, porque tal vez creen que es algo natural. A veces creen que es algo
vergonzoso, la vergüenza es el silencio. No saben que es un delito, aunque la
justicia paraguaya se mantiene ciega ante estas situaciones. Solo actúa cuando
un organismo internacional le dicta que “esto es un delito y hay que encarcelar
al culpable”.
Si no sabemos defender a nuestras
niñas, ¿cómo podremos defender nuestro país? De ser patrióticos nos ufanamos y
destruimos la infancia de nuestros hijos. ¿Quién defenderá a nuestros niños si
nosotros mismos dejamos que el lobo viva entre nosotros? Debemos castigar con
toda la fuerza de la ley a los que cometen estos delitos para que no se repitan
más. No debe haber impunidad para los pederastas. No podemos callarnos. La
gente no sabe que su silencio, su falta de protesta también es un delito. El
verdadero pecado no es el aborto, sino el dejar que los violadores sigan
violando con toda impunidad. Demasiada tolerancia es nuestro pecado.
El verdadero pecado es dejar que
nuestras niñas tengan miedo. Si siguen así, acabarán odiando a sus propios
hijos huérfanos, y al final ellas también abandonarán a sus hijos. Hijos que
crecerán sin el amor de la madre. Los hombres violan a las mujeres porque no
recibieron mucho amor de sus madres, porque no aman a sus madres, porque no son
hijos de verdad.
Que emotivo comentario, linda poesias. soy mara
ResponderEliminarGracias, Mara.
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