sábado, 3 de marzo de 2012

El futuro está en los campos

     “El futuro está en los campos”, se oye a menudo decir a la gente cansada de tanto buscar el progreso en las ciudades. Sí, podría ser verdad. Quizás tengan razón, quizás debamos volver al campo. Deberían volver principalmente los buenos profesores, los ingenieros, los técnicos ambientales, en fin, los intelectuales.
     Volver allá al fondo, donde aún la noche se adorna con el brillo natural de la luciérnaga, que imita a las estrellas; volver allí donde apenas llega la electricidad. No para trabajar el campo, arando o plantando maíz, algo que tampoco sería malo, sino para trabajar formando a los que labran la tierra, y a los hijos y a los nietos de éstos. Hablarles de las ciencias, de qué están hechas las plantas que los alimentan, enseñarles que los vegetales son también seres vivos que necesitan cuidado, y que al cuidarlos nos cuidamos también nosotros. Enseñarles la manera de administrar los bosques y la forma de abonar la tierra para que tenga una producción equilibrada, para que pueda proporcionarles alimento durante mucho tiempo. Enseñarles a salir de la caverna de la que hablaba Platón, para que vean la esencia de las cosas, de lo mejor que ellos tienen: la naturaleza. Y a los jóvenes hacerles saber que cultivar el saber también es un trabajo duro. Tal vez así se pueda dar una oportunidad a esa mayoría que ve su porción de tierra ya sin aliento, seca, y proporcionarles ideas de cómo volver a darles vida, que sean como el médico que con solo mirar al paciente sabe ya el remedio. Al menos así dejarían de desangrar la tierra de una vez, para luego abandonarla y a la larga convertirla en desiertos.
     Capacitando, formando a las personas de mi país, principalmente a la que trabaja en el campo, evitaríamos repartir cada cinco años los bosques vírgenes, pulmones de nuestra vida. ¿No sería conveniente examinar a cada persona sobre el conocimiento que tienen del manejo de la tierra antes de entregársela?
C.D.
03-03-2012

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