Martín,
no llores. Es la vida que entra en ti en cada aliento. Deja que sacuda tu
corazón, que infle tus pulmones, que llene de luz tus ojos negros, que
cicatrice la piel que te abriga, que fortalezca tus huesos.
Martín,
hijo, deja que la vida te acaricie para que vayas acostumbrándote a su tacto.
Pronto entenderás que, como las personas, la vida cambia continuamente. Un día
te tratará de forma más tosca, te pinchará las manos y los pies, te pondrá corona
de espinas, te empujará hasta caerte, hasta derribarte, te hará sentirte solo.
Otros días, se presentará mansa como el orbayu
en verano para llenarte de luz y estarás feliz sin saber porqué y sentirás
que todo lo que existe en el mundo fue hecho para ti. Te ayudará a levantarte
en las caídas. La vida, como las personas, tiene muchos rostros y tendrás que
ir acostumbrándote a ellos. No te asustes si un día lo has perdido todo y crees
que en el futuro tus sueños no están. Recuerda que llegaste desnudo al mundo y
que todo lo que tienes es ganancia. Tú sigue caminando y piensa que el futuro
nunca llega. Que lo más importante es haber nacido para descubrir el amor de tu
madre, que juro que te quiere más que a su vida. Descubrirás que es maravilloso
sentir el viento, una mirada bondadosa, la luz en la piel. Es la caricia de la
vida.
Algún
día visitarás la patria de tus padres y podrás escuchar el chillido de la
cigarra en los naranjos, la risa de tus amigos, de tus seres queridos. Es el
canto de la vida. ¿No es maravilloso sentir el olor de la cebolla frita
inundando el hogar, el olor de la rosa, del pasto recién cortado, de un libro
viejo, hojeado un siglo después y que fue leído por cientos de lectores? Es el
olor de la vida. Y si acaso llegaras a
mi edad y siguieras preguntándote, como yo, qué es la vida. Te diré que
preguntes a tu madre, ella te responderás que la vida eres tú. Algún día lo
comprenderás. Ahora todavía la vida tiene un sabor nuevo para ti. Descubrirás
la lluvia y la mirarás, como yo ahora, desde la ventana. No te enfades si te
empapas alguna vez, la lluvia es la ducha de los días. Y quizás no pienses en
la vida hasta que seas por fin, como yo, un padre, que ve a su hijo por primera
vez iluminar su mundo. Ahora mismo ya sabes a qué sabe una caricia, la luz, el
viento, pronto, sabrás lo que es una caída. Es un truco que usa la vida para
ponernos fuertes y enseñarnos a ser independiente. Pronto sabrás a qué sabe el
limón y el sabor de la manzana al horno. Sabrás lo que es, si sales a tu padre,
emborracharse con la sonrisa de su amada, y a veces, solo a veces, con una
botella de vino tinto y un par de poemas.
¡Dios
mío, Martín! Tantas cosas te aguardan en la vida. Alegrías, llantos, viajes,
sueños, amores. Aunque no los sepas aún, te digo que los días se suceden para
que tú sueñes y crezcas, para que tú vuelvas a abrir los ojos cada mañana y
podamos nosotros abrir los nuestros, y puedas maravillarte, como yo, con cada
día. Descubrirás que algunos sueños no se cumplen durmiendo, sino que tienes
que estar muy despierto para conquistarlos.
Hijo
mío, no llores más y deja que la vida te acaricie con nuestras manos.
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