viernes, 4 de agosto de 2017

La zoopoética de Celia Corral Cañas


Las pequeñas editoriales nos suelen descubrir poetas pocos conocidos o jóvenes que están apareciendo en el mundo literario. A veces nos descubren voces que nos llaman la atención por su rigor, por su arte, por algo que ya notamos que suena a universal. Tal es el caso quizá de Celia Corral Cañas (Reinosa, Cantabria, 1987). La editorial asturiana Bajamar ha sabido ver el oro inédito que guardaba esta poeta y nos lo frece en La voz del animal bajo tu piel, un gran hallazgo.
Licenciada en Filología Hispánica, máster en Literatura Española e Hispanoamericana, Celia Corral Cañas es doctora en Literatura Española por la Universidad de Salamanca, donde actualmente trabaja como profesora asociada. Ha obtenido varios premios en narrativa corta, como además el primer premio de Poesía José Hierro (2015) y el “III Premio Internacional de Poesía Jovellanos.” (2016), con su poema “La oscura intimidad de la medusa”, en el que utiliza la enumeración caótica –tan borgiana– y que resume perfectamente los temas y los mundos que la caracterizan.
La voz del animal bajo tu piel, como se lee en la contraportada,es un pequeño bestiario, una zoología poética”, donde “conviven criaturas” tanto de la realidad como de la ficción (de la literatura, del cine, del comic, etc.).
Se trata de una obra divida en tres partes, donde el verso que impera es el endecasílabo. La segunda parte está compuesta de haikus. Así dice uno de ellos: “Los grandes monstruos / que comerán tu carne / son diminutos”. O este que nos recuerda a Esopo, a Caperucita Roja, no sé, a mucha literatura contenida en tres versos: “Lección del zorro: / el bosque del amigo / se anda descalzo”.
La mirada sapiencial del búho que nos observa desde la portada es la mirada de Celia Corral, una mirada inteligente e intuitiva, como la de quien se deja guiar por lo innato y natural, pero al mismo tiempo también por lo misterioso y sorprendente. Los ojos de ese búho se fijan en los detalles pequeños y grandes, y en los que pasan desapercibidos y no menos importantes. En todo se fija y todo lo convierte en poesía. Por eso en este libro es difícil no encontrarse a uno mismo, no sentirse ese animal aludido, esa bestia o esa presa.
La mirada meditabunda, misteriosa y reflexiva del búho nos recuerda al famoso poema “Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje” del mexicano Enrique González Martínez. Este soneto y en especial los tercetos quizá definan un poco más la esencia de la poesía de nuestra Celia Corral, que procura desentrañar la esencia de las cosas: “Mira al sapiente búho cómo tiende las alas / desde el Olimpo, deja el regazo de Palas / y posa en aquel árbol el vuelo taciturno… // Él no tiene la gracia del cisne, más su inquieta // pupila, que se clava en la sombra, interpreta / el misterioso libro del silencio nocturno”.
Nuestra poeta ha sabido escucharse a sí misma para hablar de los demás, por eso este libro conecta con nosotros desde el primer verso, que es una pregunta “¿Por qué los animales?”, porque eso es lo que somos. Instinto que piensa y teme y sueña. Algo de la medusa tenemos, cuya naturaleza, como dice Celia Corral, es venganza; pero también algo divino y cruel.
Tras la lectura de este poemario nos quedamos pensando que quizá en el fondo todo poeta es un animal, una bestia que de vez en cuando da zarpazos al lector para que espabile, para que abra los ojos y los sentidos y pueda percibir el mundo como lo perciben los animales, como el único lugar donde se puede no vivir, sino sobrevivir. De ahí que a veces se aprecie en este poemario una mirada ecológica y de supervivencia, y podíamos añadir de moralista, como en este haiku tan hobbesiano: “Es el humano / el peor animal / para el humano”.
Por qué no repetir también que hay poemas en defensa del animal, incluido el hombre como presa de los demás hombres. Lo hay, es un tema más que Celia Corral convierte en poesía. Su pensamiento no se aleja de lo social. Habla de los seres del océano, pero al mismo tiempo habla de nosotros, de nuestras luchas y vicios, de nuestras diferencias.
Celia Corral Cañas bebe de la poesía oriental en buena medida, de la Odisea, de Octavio Paz, de Borges, de Bécquer, de Miguel Hernández, de Juego de Tronos, de la inmarcesible piel de Khaleesi, de la sonrisa bonachona de Totoro bajo la lluvia, de los cuentos de hadas, del comic, de los seres que pueblan el planeta,… así seguiríamos hasta agotarnos. Lo repito, Celia Corral tiene mucho mundo.
Solo podríamos resumir la zoopoética de Celia Corral diciendo que con sus versos nos ha podido desenmascarar y aclararnos un poco más quién somos realmente. Por eso es inevitable no sentirse aludido en muchos poemas. Somos un animal rencoroso y peligroso para el mundo que habitamos y que nos habita, ese mundo interior que llevamos dentro y que a veces destruimos como un dios lleno de ira y confundido con el sentido de la vida, como una divinidad que carece de cerebro y corazón. Como dice Celia Corral en unos versos suyos, “todo ser es refugio o amenaza, / depredador  o presa, siempre estómago”, insaciable estómago capaz de devorarse a sí mismo. Como en muchos poemas suyos, el animal que habla suele ser un pez o un perro que es abandonado por su dueño o un gato que se escapa de la jaula; para esos animales, nosotros somos las bestias, como nos sugiere en el poema titulado precisamente “La bestia”.
La poesía de Celia Corral habla de problemas reales con un tono de ironía a veces (la insensibilidad del hombre ante el mundo que le rodea, el miedo que lo convierte en bestia temible, etc.). Sabe perfectamente quién es el animal al que debemos temer. Sus versos son dardos al corazón para que hagan efecto en la conciencia nuestra, son tentáculos de medusa, el hilo invisible que teje Ariadna y que lleva a la salida del laberinto en el que estamos perdidos.

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