lunes, 11 de julio de 2016

Inventario de lugares propicios a la felicidad

 

El poeta y crítico literario José Luis García Martín nos ofrece una guía casi completa de dónde ser feliz en su Inventario de lugares propicios a la felicidad. Una preciosa edición preparada por una jovencísima editorial, la Fundación Newcastle, dirigida por Javier Castro Flórez.
Aunque haya recorrido medio mundo, José Luis García Martín se considera hogareño. Nunca ha estado fuera de casa más de una semana. Es lo que repite en sus diarios, que publica los domingos en El Comercio (y en su blog: http://cafearcadia.blogspot.com.es/). Y es que a él le gustan “los amores eternos que duran una noche”, o dos o tres días si no lo puede remediar.  
Inventario de lugares propicios a la felicidad recoge los lugares en los que el autor fue feliz, donde la literatura es un viaje que no acaba nunca, donde nosotros también podemos ser felices.
Sentado en una cafetería de El Fontán, de Los Prados o de las Salesas, con un libro en la mano, José Luis García Martín viaja por el mundo. Un libro siempre lo acompaña vaya donde vaya. Y es que su literatura tiene muchos caminos, muchos andares y por todas ellos el lector disfruta, sin llegar a aburrirse porque el que nos guía nos contagia su energía y emoción ante cada lugar que recorre.
            Las historias que nos cuenta de cada sitio sirven para adornar el centro de cada historia: la ciudad, un parque, un hotel, un centro comercial, etc. Al menos eso es lo que parece, porque muchas veces lo que prima es la descripción del paisaje, del escenario y no se nos cuenta todo de la historia. El narrador deja algo sin decir para que el lector se imagine lo que pueda haber ocurrido, como, por ejemplo, en “Un domingo en parque Monceau”. No sabemos si hubo algo o no entre el protagonista y la misteriosa poeta con quien se encuentra.
Antes de haber visitado el parque Monceau, José Luis García Martín ya lo había conocido leyendo a Azorín. La literatura es siempre la primera en enseñarle el mundo. Luego él lo redescubre, pero sin dejar nunca de asombrarse. Lo dice en una de sus historias que transcurre en Francia, “La lección de Baroja”: “Siempre he venido a Biarritz siguiendo las huellas de algún escritor; siempre he andado por el mundo detrás de unos pasos de tinta y de papel” (pág. 93).
La estrategia de no contarlo todo es común en García Martín. Esto también se puede apreciar en sus diarios. No pretende aburrirnos con detalles, pero a veces, nos deja con una inquietante duda. Supongo que es para mantener la expectativa y la intriga en el lector. En otras historias, aparece un personaje misterioso, del que no se nos dice nada, pero intuimos que es mejor para el misterio del relato (como en “Un café en Union Square”). Hay también historias en el que el lugar se difumina, como en “Ladrón de guante blanco” o en “Hansel y Gretel en un figón de Syros”, y en los que nos encontramos con un relato dinámico, con más acción que descripción. En ellos se ve mejor al buen narrador que es José Luis García Martín, el que podría —aunque dudo que lo quiera— escribir un bestseller, mejor aún que los mejores novelistas contemporáneos.
            Unos de los lugares favoritos en los que está feliz García Martín son los Cafés. Los cafés y la literatura tienen una relación muy estrecha desde hace mucho tiempo. Cualquier café es su lugar favorito para leer y para charlar o discutir, que es lo que más le más gusta.
            Cada lugar que se cita en este libro tiene su protagonismo. En Montealegre, descubrió un secreto, el secreto de la felicidad. Nos dice que hay lugares que nos cambian la vida. Una vez los visitamos ya no somos los mismos de siempre. En Ischia, no solo descubrió la felicidad, sino también la vio, la acarició y se acostó con ella. Génova es un lugar ideal para soñar. En Ginebra, conversa con Borges y discuten de poesía. En Venecia, su lugar favorito, como un gato más, le gusta pasear y perderse para reencontrarse. En Oviedo, sus librerías de viejo siempre le esperan. En Aldeanueva del Camino (o en Hervás), José Luis García Martín siempre vuelve a la infancia, y también en Avilés. Todas ellos son escenarios de su felicidad.
            Estos lugares en que ha sido feliz García Martín se nos presentan desde el recuerdo y por eso la realidad se ficcionaliza. La balanza entre realidad y ficción se inclina más hacia la ficción, pero el autor dota a cada historia con datos verídicos. Cita lugares que existen, escritores conocidos (Ángel González, José Luis Piquero, Abelardo Linares, etc.), algún acontecimiento histórico, etc. Todo ello hace verosímil las historias que nos cuenta. Por eso es muy fácil dudar de si lo que estamos leyendo aconteció o no. Pero una vez nos dejamos llevar por las historias, ya no pensamos en si es un hecho biográfico o una invención. Solo leemos y leemos sin parar, nos dejamos llevar como unos niños a quien se les cuenta una historia de fantasmas y aparecidos. Así pasamos de una historia a otra hasta la última página. Y nos quedamos con la sensación de que al día siguiente la historia continuará… Algunas de las narraciones de su Inventario están cerca de la magia de la literatura oral.
            Después de viajar por estas ciudades de tinta y de papel, comprendemos mejor que recorrer el mundo, como dicen los orientales, empieza con un paso. Yo añadiría, que a veces comienza con la lectura de un libro. Inventario de lugares propicios a la felicidad, de José Luis García Martín, por ejemplo.
           
Cristian David López
 

2 comentarios:

  1. Me he reído mucho con el capítulo del incidente en Ginebra, y la introducción me parece muy sugerente. El detalle de la portada me encanta. ¡Felicidades a Newcastle y JLGM!

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