Están ahí disimulando, tapando con capas de risa las ganas de comerse a besos, es por seguro que después del recreo ya no vuelvan, harán las tareas de los eros que tienen mucho y vienen en papeletas.
Él habla con la mirada le dice algo que sólo ella entiende; idiomas que ellos improvisan, vislumbra razones para escapar de su cuaderno de las pizarras de los bolígrafos que sudan en sus manos.
Soy un dios, los puedo ver a veces en algunos rincones enredados en caricias de fuego, se muerden y no sienten, están ciego de amor loco, de vez en cuando un pensamiento vago aparece en sus mentes, imágenes de promesas hechas a los padres pero se borran por caricias hechas de las manos.
De pronto lo puedes ver a la luz, han salido de la oscuridad
caminan pegados como la sombra al cuerpo…él susurra en su idioma y ella sonríe dulcemente. Mientras van comiendo el camino a pasos de sol,
robándole más besos a la noche que los guarda, y entre libros cerrados y poemas encendidos le pagan a Cupido quien va cantando una canción de amor tropezándose con los cables que encuentra a su paso.
Ella se despide, él la abraza con un beso que entibia su cara blanca.
Ella le deja su pañuelo, se mete y abre su ventana, él abriga las manos metiendo en su bolsillo las ganas que vuelven a nacer y se aleja pensando en ella, ella se acuesta y prende su luna mente y duerme y él desaparece como un espectro entre los árboles soñando con la cálida noche desconociendo que mañana es otra clase a que asistir.
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