miércoles, 24 de noviembre de 2010

Amanecí en Asturias


Buscando la mujer que quiero
amanecí un día de enero
caminando por las calles de Oviedo.

Me contó el viento que paseaba a orillas del Nalón,
pero un Gaitero juró verla nadar en las playas de Gijón;
que arrastraba los pies tristes, taciturna
 entró a la mar y salió vistida el cuerpo
con túnicas de algas marinas.
Amanecí cual pequeña brisa
dentro de una garganta de campanas
de donde vuelan premoniciones de palomas.
Amanecí en  Asturias; paraíso aromado de sidras
coronado de azañas de robles, itinerario de gitanas.
Era ebria; la lluvia y el cielo.
Amanecí en Asturias, amanecí en un sueño…
Y un amanecer de abril la encontré
mirando el alba desde un hórreo
donde el recuerdo es pequeño
donde un abrazo es eterno
igual que la amistad.

Tocar los Libros

Jesús Marchamalo
Tocar los Libros
Prólogo de Luis Mateo Díez
Fórcola Ediciones . Madrid, 2010.

               
Ahora que he leído Tocar los Libros comprendo que es cierto eso que el saber sí ocupa lugar, lugar físico en las estanterías de nuestras casas. Los libros nos roban espacios, porque con el tiempo se van acumulando como los contactos en el móvil. He comprendido también que la biblioteca que uno arma en casa nos define como somos. Que los libros hablan de nosotros y de forma indirecta marcan nuestra forma de pensar y vivir.

Hay libros que nos conquistan, que penetran nuestro corazón, que son amigos que envejecen en algún rincón,  se vuelven huraños a la par que nosotros. De vez en cuando volvemos a ellos le damos caricias, ojeadas, miradas y otra vez le echamos al olvido, enmudecen y las mudez significa muerte, y de esa manía nacen dos tipos de personas: los que mantienen en orden su biblioteca y los que dejan que sus libros encuentren su propio lugar. Está claro que hay personas que encuentran con más facilidad sus libros en el desorden.
Sin duda es cierto que los libros a nuestro alrededor denotan cultura, nos dotan de prestigios, y son un signo de aspiración intelectual. Y también son decorativos en el hogar, es decir libros superficiales, porque hay quienes que solo las tienen por adorno.
Según Jesús Marchamalo hay que tener coraje suficiente para deshacerse de ellos, diferenciar cuales son para leer y cuales  para libros.
Los libros invaden nuestras casas, necesitamos mucho espacio para ellos. Y cuando leo esto pienso en Nietzche quien decía en la Ley draconiana contra los escritores: “Un escritor debería ser considerado como un malhechor que no merece, sino en casos muy raros, el perdón o la gracia, esto sería un remedio contra la invasión de los libros”. Pero algo paradójico se me ocurre cuando en Tocar los Libros se cita a autores que han llegado a quemar, romper, olvidar a los libros en algún rincón. Un libro debería estar fluyendo como un manantial constantemente en las manos de un lector, en la mano de un niño lleno de sueños, pasar y pasar. Yo personalmente cometo el pecado de conservar los libros que ya he leído porque se convirtieron en mis amigos, pero ahora luego de leer el trabajo de Jesús, pienso enviar todo lo que ya leí a Paraguay donde sé que lo libros tendrán muchas manos donde fluir y tener con quien hablar, porque un libro también se cansa de la soledad en las estanterías, necesita escucharse en alguien. Y recuerdo con esto la época y la carencia de libros que sufrí en mi niñez.
En fin,  la conclusión que he sacado de Tocar un Libro es que no hay duda de que un libro es la mejor compañía del hombre. Y que es doloroso ser un anacoreta sin ellos.

jueves, 18 de noviembre de 2010

LA PUERTA

18-11-2010


- ¬Por favor déjalo, olvídalo porque será inútil, te ahorraras quebrantos y muchos, no solo a ti sino y también a mí. – Le dijo ella guardando en la nevera la sobra de la cena recalentada.

- Pero, es que no lo entiendes mujer. –Contestó vaciando en la garganta diez centilitros de Ribeiro - La Idea; esa luz, el sueño que emprendo, que arriesgo es lo que me motiva. ¡Me gusta intentarlo todo! Desde pequeño tuve esa actitud y no pienso cambiar, ya de chaval me encantaba sembrar semillas de lapachos y me emocionaba cuando los veía crecer, sentía que también crecía yo. O cuando en casa había un grifo que goteaba y goteaba me gustaba intentar repararlo. Casi en todas las cosas hago lo mismo. Casi no me importaba las consecuencias lo único que importaba era aprender de ellas. Mi alcahuete propio soy yo. Hay alguien en mi que me hace dudar de todo, cualquier cosas me hace dudar. Siempre creí que las personas que no dudan de nada, no aprendían nada. La duda y la curiosidad es el mejor aliado de mi aprendizaje. Y la Idea en sí; es para mí como un castillo misterioso, siempre cuesta más abrir la primera puerta que es la principal. Pero si la abres, encuentras dentro muchas habitaciones con puertas y detrás de cada hay sorpresas; así son las ideas que emprendo, siempre me abren otras puertas, ideas a otras ideas…

- Será mejor que empieces a buscar trabajos –La interrumpió ella, preocupada –en cuidados de ancianos o pasear perros, algo que sea menos peligroso de lo que deseas hacer.

- Lo haría, pero esas cosas no me gustan hacer, yo soy pintor, eso es lo que amo y eso es lo que sé hacer. Que no lo entiendes eso que dicen: “haz lo que amas y no te sentirás desocupado”. También está claro que nadie sabe que soy pintor. Tengo que hacerme conocer. – Le dijo él queriendo convencerla.

- Sí, ese el problema que nadie te conoce. Y el tiempo corre y las facturas llegan y no esperan, eso es realmente también un verdadero problema. ¡Joder!

- ¡Ya sé! Me publicaré, publicare en las calles que soy pintor. Mejor aún hare en el ordenador una propaganda que pinto pisos, que limpio persianas que también lo sé hacer, lo único que hay hacer es destapar el cajón y sacar la persiana pa fuera pues así se limpian mejor, hay muchas mujeres que no pueden hacer eso y yo sí, haré ese servicio. –Dijo eso y sus ojos brillaron.

- Pero José, eso es muy peligroso. Y si te pillan que no tienes los papeles en regla. Que no estás asegurado. Que eres un ilegal. No quiero que te pase nada. Solo tenemos que ahorrar como me lo dice en el horóscopo.

- Chica, me decepcionas no crees en Dios y crees en los putos horóscopos. Macanadas. Esos te dicen siempre lo lógico. Cielo, mírame, ya verás que no me pasara nada, solo quiero intentarlo. Esta idea tengo que iluminarlo. Necesito de ella. Esta idea me va a abrir muchas otras puertas. No lo entiendes…Y estoy seguro que solo me llamaran personas que de buen corazón. Y habrá entre ellas que quieran una chica para limpiar la casa, planchar, etcétera y yo les recomendaré a ti; esa es otra puerta. Haré una copia original y las fotocopiaré y en los portales de los edificios los pegaré de noche cuando todos duerman para que nadie me vea. Y de día me llamaran cuando vean el letrero de Pintor. Primero, les cobrare muy económico para así ir ganando su confianza y hacerme conocer. Trabajaré barato y bien que eso es lo que la gente quiere. La gente me recomendará con el tiempo. Y con el tiempo seré tan conocido que me faltara tiempo para atender a todas las obras y cuando tenga mis papeles en reglas en este país seré ejemplos a muchos que aun no quieren abrir la puerta. – Se tragó otros diez centilitros de Ribeiro y dijo: ¡ confío más en estos sorbos que en la mierda de los horóscopos!

martes, 16 de noviembre de 2010

¡Raskolnikoff!

Despertó a las seis de la mañana, besó un libro viejo que dormía encima de una silla junto a su cama, le dijo con una sonrisa jubilosa:

- ¡Buenos, días amigo! –tenía la buena costumbre de personificar las cosas, como si todo a su alrededor tuviera sentimientos. Aquel amigo era un libro rojo grueso de hojas cosidas, amarillentas, de quinientas páginas aproximadamente y lo había comprado un domingo que ya olvidó en el mercado del Campillín. Unas letras doradas sonreían etéreas, inmóviles en la portada “DOSTOIEWSKY”. Leer aquella palabra cosmogónica lo elevaba más allá del karma abriéndole el tercer ojo, le daba una especie de delirio transcendental. Hojeó las páginas y las olió, ojeó los caracteres, quedó fascinado. Se levantó de un salto y abrió las persianas:

- ¡Qué lindo! La mente fresca como la mañana. La sabiduría se asoma como la luz del gran Helios para encaminar, iluminar al ciego! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!.

Cerró el libro y lo volvió a abrir justo por el medio y empezó a delirar con aquel personaje.

–¡Raskolnikoff! ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!

ENCUENTRO

Tropezaron sus miradas en el pasillo y por un instante todo se iluminó, frotó sus pestañas y volvió la vista hacia ella – la nueva vecina – unos ojos negros e infinitos le hablaron en un tono extranjero que tenía algo de belleza sudamericana, y unos colores de frutas, exactamente naranjas y melocotones se retrataban en su blusa.


Él olvidó sus palabras y los colores de las frutas pero esa mirada siguió flotando en su mente dos horas después de que se vieron.

- ¿Por qué no la seguí? – Se quedó preguntando mientras se fumaba un cigarrillo en la terraza. – Podría ser ella, quizás fuera ella la de los sueños que vengo teniendo, que me persigue ya desde que tengo cinco años – La llamada de un teléfono lo desconectó de ese pensamiento.

domingo, 14 de noviembre de 2010

A Iker Saldivar

Imagínate que estoy aquí
Y veras, que no es en vano
Me sostiene una mano
Sublime morada sobrevuelo
Hoy vivo en la luz
No del sol ni en la de un foco
Sino en la luz de la eternidad, la que ahora me fortalece.
Fui tan bueno que he pasado de grado antes de tiempo.
Volverá otro tren, otros días y ahí volveré siempre.
Ahora me ilumino por dentro como una luciérnaga
recorro sobre el mar, los bosques y medito sobre las montañas
Es hermoso ser lo que ahora soy,
Parte del cielo, parte del viento
cándido ser me viste, me protege constantemente.
Recuerden que a ciencia cierta veo vuestro interior
Tan claro, sonrío a tu lado, en tus sueños te acompaño
Viajo contigo en el ascensor,
te miro cuando te miras en el espejo
Estoy ahí; ahí en tus ojos, en tu felicidad soy participe
y me paseo en tus oraciones blancas y celestes de fuego celestial
te acaricio en tu soledad con mis huellas de estela espiritual
en tu alegría te beso con mis bocas sin labios
Si supieras lo feliz que me siento cuando cantas que me sonrojo.
Pero lo más importante como iba diciendo
Es que los veo siempre llenos de mi y estoy feliz
Porque sé que me esperasteis
Me imaginaron y lucharon
Cuando pienso en lo que hubiese sido
Se me pone la piel de frio, algo me electrifica
Pero ahora una mano grande me fortifica
En este momento me abriga y estoy ahí en donde estás tú
Contigo en tus sueños, en tus oraciones, en tus soledades
Y respiro pegado a tu almohada y sonrío mirándote.
Y te espero donde el viento, donde el mar y la montaña
Para sobrevolar, ahí donde el alma
es grande y eterna luz.


22-05-2010
Oviedo-Asturias

lunes, 8 de noviembre de 2010

Si pudieran suicidarse



Este poema en honor a los indefensos animales de toda la biodiversidad, que no pueden defenderse y lo peor no pueden suicidarse.

domingo, 7 de noviembre de 2010

UN POETA

miércoles, 3 de noviembre
Un poeta

José Ángel Gayol le editó su primer libro, que me interesa más bien poco. «Lo que deberías haber hecho es desaconsejarle que lo publicara», le digo. «Estaba tan entusiasmado?», me responde. Y yo: «Ya sabes el consejo que suelo darles a los jóvenes poetas: que no escriban, que telefoneen».

Hoy toma un café conmigo en el Colonial ese joven poeta Cristian David López y me arrepiento de la dureza con que traté sus versos. A los 23 años todavía está permitido escribir malos poemas. Cristian nació en un remoto rincón del Paraguay. Desde los 4 años se educó en una comunidad religiosa, Pueblo de Dios, que trata de continuar los modos de vida del cristianismo primitivo. Viven lejos de las ciudades, en aldeas propias. Practican la oración en común y creen que todavía el Espíritu Santo sigue enviando profetas. Cristian leyó su primer libro a los 17 años. Se trataba de «El gran Gatsby». No es mala manera de iniciarse a la lectura, pero qué extraña debió de resultar la evocación de los locos años veinte en medio de tanta trabajosa desolación.

Apenas había libros en aquellos lugares donde se reza y se trabaja de sol a sol y aun así con las malas cosechas se pasa hambre. No había libros, pero sí internet, y Cristian se bajó varias obras de Shakespeare y también los sonetos. Todavía adolescente quiso crear una biblioteca para la comunidad. Escribió una petición, buscó las firmas de sus compañeros y se subió al autobús que, una vez al día (y siempre cargado hasta los topes), llegaba hasta Asunción. Allí buscó las distintas embajadas y fue entregando su escrito. Nadie respondió. Pero un día, había pasado más de un año, una noche aterradora de tormenta, lo recuerda bien, con todo inundado y sin luz, sonó milagrosamente el móvil, uno de los primeros que tenían. Llamaban de la Embajada de Estados Unidos, les donaban libros por valor de seis mil dólares. Y llegaron los cuentos de Poe y los versos de Whitman, todo Shakespeare y las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn descendiendo el Mississippi. Un cargamento de maravillas. Pero él apenas pudo disfrutarlos. Emigró a Buenos Aires, donde malvivió en una villa miseria, y quedó deslumbrado ante las librerías de Corrientes desbordadas sobre la acera.

Desde niño quiso ser escritor. Publicar un libro le parecía la mayor hazaña. Cuando estuvo en Asturias, y ganó algún dinero trabajando como pintor, con sus primeros ahorros buscó quien le editara. «Ya me arrepiento», me dice.

Yo ahora leo sus versos, que hojeé despreciativo, con otros ojos: «Ser bueno es la forma de no morir, / ser bueno es la forma de ser inmortal, / de no morir en el corazón de la gente».

«Algunas veces pasé hambre», me dice sonriendo. «Allí había lo que nosotros llamamos una olla común, un comedor colectivo, pero si te retrasabas cuando llegaba tu turno ya se había acabado la comida. Y a veces no me acercaba a comer porque me parecía que no había trabajado lo suficiente, que no me la había ganado. Antes era más humilde, ahora lo voy siendo menos».

Me enseña los libros que acaba de comprar: el «Werther» de Goethe, «Las Tablas de la Ley» de Thomas Mann y el «El perro de los Baskerville», de Conan Doyle. «Me entusiasma Sherlock Holmes. Me enseña a razonar».

Antes de volverme al Milán, le señalo el camino de la librería Don Quijote. Está buscando los poemas de Whitman.

¿Cómo no sentirse identificado con el niño que, antes de tener un libro en las manos, ya soñaba con los libros? Cristian vale más que sus poemas, pero no me extrañaría nada que muy pronto sus versos valieran tanto como vale él.

JOSE LUIS GARCIA MARTIN