viernes, 25 de marzo de 2011

El alfabeto de los pájaros

Nuria Barrios
El alfabeto de los pájaros
Editorial Seix Barral, Barcelona, 2011.


La protagonista de El Alfabeto de los pájaros es Nix, una niña china de seis años de edad. La autora da ritmo y sabor onomatopéyico a su relato, haciéndolo a la vez real y fantástico. Nix vive de la imaginación de su madre, quien le inventa cuentos para calmar sus dudas. ¿De dónde viene ella y por qué es diferente a su madre? ¿Por qué ella es una golondrina y su madre una cigüeña? Esas y otras preguntas son las que vienen atormentando a la niña, como inquietarían también cualquier otro niño abandonado.
Ya el título da una vaga idea de lo que es la vida de Nix, una pajarita cucú (los cucús acostumbran poner sus huevos en nidos ajenos y crecen con padres que no son los suyos).
Nix, curiosa por saber de dónde viene, se convierte en la primera niña --acompañada de un cucú guía-- que vuelve a la barriga de la madre, donde empieza su aventura, donde empieza el olvido, donde habita lo cálido, donde se está tan bien, tan protegido y el frío no existe.
Nix es una niña muy valiente: ha sobrevivido al abandono, al orfanato, al viaje con dos desconocidos hacia lo desconocido. Sobrevivió a la desaparición de su primera lengua, al extrañamiento, a la realidad de ser diferente. Había sobrevivido a todas las barreras para llegar a darse cuenta que la familia te es dada siempre. Que puede ser aquella que te adopta y también aquella en la que naces. Los niños no pueden elegir la familia, pero el amor sí es una elección.
Un relato hermoso, lleno de imaginación. Donde los caracteres son dibujos, donde se puede percibir el lenguaje sublime de un poema camuflado. También nos enseña “que hay cosas que no son posibles. Y que las cosas imposibles no son siempre las más importantes. Y las cosas más importantes no son siempre imposible”.
Y por último, una idea que me parece especialmente acertada: “Lo primero que el hombre escucha, mucho antes de nacer, fueron latidos. No los de su pequeño corazón, sino los del corazón de la madre”. El sonido que entibia aquel mundo primero. Y aquel sonido fue nuestro inicio puro, luego vino el olvido.

Cristian David López.

El Jugador

Fedor Dostoievski
El Jugador
Prólogo de Carlos Pujol
Traducción del ruso por José Laín Entralgo
Salvat Editores, S.A. con la colaboración de Alianza Editorial S.A. – Madrid 1969


Cuando Dostoievski con 46 años de edad, se encontraba en una economía desesperada, porque tenía que hacerse cargo de la esposa y cinco hijos de su hermano fallecido Mijaíl y responder por las deudas que este dejó.
Solo podría resolver tal situación con contrato editorial y eso le obligó terminar en poco más de un año dos obras. Por las mañanas escribía Crimen y Castigo y por las tardes iba concibiendo El Jugador. Esta última, escrita en un tiempo record de tres semanas, se llamaba primitivamente Ruletemburgo, pero se publicó con el título de El Jugador.

El relato, escrito en primera persona, habla especialmente del mundo del dinero, y Dostoievski dibuja basándose en su propia adicción a los Casinos – se trata de una novela casi autobiográfica.

La historia tiene como protagonista a Alexei Ivánovich, pobre pero culto. Tutor de los niños de la casa de un viejo general, quien también es jugador de las ruletas. El general que solo piensa en el dinero vive esperando la herencia que dejaría con su muerte la Abuela, su madre.

El general viudo, está enamorado de una joven francesa Mademoiselle Blanche, una mujer bonita, ambiciosa e inteligente y llena de futuro, que arrastraría a cualquier hombre a la ruina con tal de saciar sus caprichos. También ella, atraída por el juego, vivirá las mismas victorias y penurias.

Todos en la familia, a excepción de Alexei, esperaban, deseaban la muerte de la Abuela, quien para colmo aparece en la ciudad bien viva y severa. Diciendo que sabe todo y que todo el mundo desea su muerte, y de vez en cuando recuerda al general que no le iba a dar nada. También la abuela, empujada por la curiosidad, se mete a las ruletas y pierde todo el dinero que llevaba encima, atormentado de esta forma el corazón de los herederos y a quienes de esto esperan tajada. Especialmente, De Grillet quien realmente no era lo que parecía y a quien el general debía dinero.

El general, desesperado por su economía, despide al tutor de sus hijos, sabe que no tiene salida porque su madre no acaba de morir y pierde todo lo que prestó a De Grillet, quien desaparece.

Alexei Ivánovich, vicioso del Juego un día decide entrar al Casino y se gana una fortuna experimentando las mejores sensaciones y lleva todo su dinero y ofrece a Polina quien vive deprimida por las deudas de la familia le arroja en su cara el dinero que le ofrece. En cambio Alexei confundido y tentado por la dulzura de Mademoiselle Blanche viaja a Paris y en diez días disuelve toda su ganancia cumpliendo al pie de la letra los caprichos de esa bonita mujer y que al final tampoco se llamaba Madeimoselle Blanche.

El general vuelve tras ella a Paris y ésta, soñando con mezclarse con la gente de alto nivel se casa con él pensado también en la herencia que les dejaría la Abuela, ilusionada con ser la futura generala.

Y Alexei se queda de lado pero sin remordimientos, porque como todo lo que fácil viene, fácil también se va. Así es el mundo del jugador quien constantemente pasa de rosa a negro pero al final vive en la oscuridad. El protagonista regresa a Homburg con lo poco que le queda. Enseguida volvió a las ruletas y para colmo le meten en la cárcel por las deudas que tenia, y un descocido le pagó su libertad.

Al final de la historia vacio el espíritu aunque no se dé cuenta de ello un amigo ingles, Asley le hace reflexionar de que no es el dinero el que lo atrae sino el propio juego, el gripo del croupier afirmando su acierto, ese cinco minutos de juntar fortunas y ese momento de olvidar de sus desgracias momentáneas pero que siempre al final en cinco minutos los volvía a perder todo. El juego lo insensibiliza le deja en una ciénaga, y aunque no se dé cuenta de que esa no-vida lo ha anquilosado, le ha hecho renunciar a la vida, a los libros, a los intereses sociales, a los deberes del ciudadano, a sus amigos, ha renunciado hasta a sus propios recuerdos al punto de volverle un ciego que no ve al amor que tiembla en su frente.

Después de escribir esta novela Dostoievski recae en este infierno del juego.

En fin, la frase que rescato de la boca de Alexei Ivánovich a quien doy voz es: “El dinero es algo tan inferior al espíritu caballeresco, que casi no merece la pena ocuparse de él” Tal vez tenga razón, pero al final todos caemos.


Fedor Dostoievski