domingo, 31 de julio de 2016

La andanza poética de Edita Rojas

 
Edita Rojas acaba de publicar su primer libro de poemas: El tiempo andariego (Servilibro, Asunción, 2016). Un conjunto de treinta poemas que sirven para demostrar que la literatura paraguaya no nace únicamente en Asunción y sus alrededores, sino que además hay voces que se quieren hacer escuchar y lo hacen poco a poco en otras regiones del país. Es el caso de Edita Rojas, que escribe desde su residencia en Coronel Oviedo (Caaguazú), donde en estos últimos tiempos se está realizando actividades literarias que van encontrando eco por parte del público.
El tiempo andariego tiene dos caras: amor y dolor.
Estos dos temas se van alternando en el libro. Los primeros poemas tienen un tono más optimista y festivo. En “Vida”, Rojas nos dice que ya no mira hacia el pasado. Ha tornado su mirada hacia el horizonte, hacia un mañana incierto pero esperanzador. Sabe que el miedo es el único obstáculo. Aunque este poema canta a la vida, alude también a la muerte: “Si viene un soplo vegetal / para qué encerrar / mi alma”. Lo vegetal es lo perecedero, lo que muere. Para qué esperar lo que va a llegar tarde o temprano.
Al igual que el primer poema, el segundo comienza con un vocativo: Amor. En los versos de este poema se sugiere lo erótico: “En mi huerto / la tierra canta / los surcos liberan sus tristezas / y las noches se agitan”.
En “Llegas”, el acto de amor pasa a ser poesía, inspiración, algo universal. Una declaración que intenta no caer en lo cursi. Edita Rojas sorprende con el arte de saber hilar los versos para no incurrir en lo ya dicho, en lo repetitivo.
A medida que vamos avanzando en el libro, la voz que nos habla, como si ganara confianza, se libera, y el  amor, que antes era pura sugerencia, se vuelve explícito erotismo, se desnuda y expresa el fervor de la carne, como en “Grito” (“y mi cuerpo se extingue sereno / en tu cuerpo”), “La flor de la pasión” (“mi cuerpo se vuelve poderoso / en tu cima”), “Quién eres”…
Hay que destacar la habilidad de Rojas para sugerir ideas mediante metáforas. Sabe que el poeta puede sacarle mucho provecho al arte de sugerir, porque lo que se persigue es que el lector imagine, complete, es decir, que sea un autor más del poema.
Hablando de lo sugerente, las ilustraciones de Américo Piñanez que acompañan los poemas enriquecen cada texto. Como la metáfora en la poesía, la imagen (líneas, curvas, colores, etc.) sugiere un mundo imaginativo muy rico. En este libro, las ilustraciones y los poemas forman una buena combinación. Podríamos suponer que las ilustraciones fueron inspiradas en los poemas, o viceversa.
El amor, como otros temas, tiene muchas raíces. En “Vida, eternidad de un instante”, se resigna a olvidar un amor que no se puede conservar, porque nos dice que a veces amar es liberar a un amor no correspondido. O en “Quién eres?”, en el que resuena la poesía de Bécquer, explica que amar es esperar: “Eres tú?, te conozco acaso? // El que esperaba desde siempre / vestido de lejanía”.
El otro tema fundamental de este libro es el dolor. En “El dolor”, Edita Rojas nos muestra que la presencia constante del sufrimiento, del dolor que queda habitando nuestra memoria, también hiere porque es el dolor del alma. Esta misma idea se expresa en “Dolor”: “Se escucha su alarido / desde el fondo / de la tierra oscura”.
El dolor y el amor se turnan para ocupar la vida. “Brota en la tempestad” expresa que, en ocasiones, el dolor puede desterrar el amor. El dolor que causa el no poder olvidar  en “Cómo crece el dolor”. Al final, tanta lucha por querer vivir tiene a veces sus momentos de renacer, como la que se produce a partir de “Acaso eres”. El ánimo de la poeta se vuelve más optimista. Como dicen los versos finales de este poema: “Un día, perdida en el páramo / me alejé de tu jardín / y hoy vuelvo a ti”, vuelve con un amor más fuerte.
Los temas de El tiempo andariego no cambian mucho. Aunque a veces encontramos poemas escépticos ante la vida y la muerte (como el poema “Hace tiempo”), otros más optimistas, en los que se desea aprovechar el presente. No esperar nada más del futuro, sino vivir el ahora, poner en práctica el carpe diem (“Quiero vivir”), o intentar buscar en el fondo mismo de la vida ese amor que creía muerto (“porque sé que el amor / aún vive palpitante en mi corazón”).
El tema del dolor aparece junto con el de la muerte, cuyo símbolo más claro es el silencio: poemas como “Muere una paloma” y “Una muerte me ronda”. En “De mí brota la sangre”, nos dice que el silencio se va apoderando de su voz, la voz que cantaba a la vida y al amor. Otro tema, unido al de la muerte, es el del paso del tiempo. Ya el mismo título del libro “El tiempo andariego” alude al inevitable paso de los días y las horas. Pero el tiempo también es su aliado. En este poema, por ejemplo, nos dice que le abrió los ojos, le hizo saber que no era correspondida. El tiempo que todo lo arrasa, le curó las heridas y le enseñó a (re)vivir.
Los poemas de este libro están escritos en verso libre, el ritmo de la lectura fluye de manera natural y uno se deja llevar por cada verso hasta el final del libro.
Estoy seguro que El tiempo andariego irá madurando con los años y su autora escribirá más y continuará su andadura literaria y llegará a muchos lectores porque su poesía habla de la vida y de la muerte (y del amor). Unos temas que comparte todo mundo.
 

jueves, 28 de julio de 2016

Palabras sobre el esfuerzo

El día 9 de este mes asistí en Valencia a la Fiesta del Libro y de la Amistad, organizada por Liternauta. He aquí las palabras que dije entonces:
Una de las ventajas de viajar por el mundo es que hoy en día el mundo es pequeño y todos los caminos conducen a casa y en cualquier parte puedes encontrar a gente cercana a ti, a gente a quien le gusta lo que haces. Los paraguayos, aunque no seamos demasiado, nos hemos esparcido por el mundo, como semillas que el país expulsa en el aire. Y con nosotros hemos traído lo nuestro, nuestro idioma, nuestros dos idiomas: el español y el guaraní. Nuestra guarania y nuestra polka, nuestra polka jahe’o y el arpa que siempre cautiva. Nuestras galoperas que con “sus cántaros de amor” nos sacian la sed tan lejos de nuestra tierra. Pero también hemos traído con nosotros lo artesanal, el a’o po’i, que vestimos orgulloso; el Ñandutí, un símbolo que nos une a todos en una red invisible, tejido con las manos de penélopes, que esperan siempre, como en Ítaca, nuestro regreso. Todo esto ofrecemos al mundo. Pero la literatura paraguaya es la que menos llevamos con nosotros. En Paraguay también tenemos buenos artistas en este campo. Tenemos nuestra poesía guaraní. Desde que León Cadogán volvió del monte y nos trajo el Ayvu Rapyta (El Fundamento de la palabra), hemos vuelto a recuperar la verdadera poesía guaraní, la que nace de la misma música, de la misma oración que cantaban los guaraníes a la naturaleza, la que está cargada con bellas sugerencias ancestrales y verdaderas y originales metáforas. La poesía guaraní ha renacido y quiere fortalecerse. Pero necesita voz, necesita lectores. Ñamoñe’eva’era jaha jahápe ñane ñe’ê. Nosotros debemos ser los divulgadores de nuestra literatura, los mejores conocedores a ser posible. Debemos esforzarnos. Si no nos gusta la literatura, intentemos aprender nuestro idioma. Jareko ko’ape Luisa Pereira-pe ñanembo’ehagua.
En estos días estuve releyendo el libro ¿Para qué sirve realmente la Ética?, de Adela Cortina (Paidós, 2013). Un libro fundamental en estos tiempos de disturbio y malestar sociológico. Os lo recomiendo. Una de las ideas que más me ha llamado la atención y me ha hecho pensar dice: «Tampoco está de más aprender a hablar y escribir para poder expresar lo que se lleva dentro, no sea que en la vida corriente acabemos diciendo como en la escuela “me lo sé pero no lo sé decir”» (pág. pág. 102). Adela Cortina se refería a los distintos tipos de libertades que ha conquistado el ser humano. Estoy completamente de acuerdo con ella, la ignorancia, el analfabetismo son una forma terrible de opresión. No saber escribir, no saber expresar lo que uno piensa, lo que uno lleva dentro (sus ideas, sus emociones, sus malestares) es una forma de cárcel. Es como si tuviéramos la boca cosida y las manos del pensamiento atadas. La incapacidad de expresión afecta a todos los niveles sociales, pero en especial a la clase más pobre. Adela Cortina explica que esta especie de parálisis expresiva no se “debe a una incapacidad genética, sino a falta de esfuerzo”.
Muchos no tendremos la suerte de nacer en una cuna con la vida y el futuro resueltos, no hemos ido a buenas escuelas, si es que al menos hemos podido ir a la escuela. Pero tenemos la suerte hoy de estar en un país que nos puede ofrecer muchas posibilidades para mejorar. Eso debería motivarnos para mejorar nuestro nivel de vida, nuestra formación. Como dice, Adela Cortina, la libertad se conquista. La facultad de poder hablar y escribir correctamente es la base de la libertad de expresión, por tanto, de la literatura.
En nuestro país. tenemos la suerte de poder expresarnos en dos idiomas: el guaraní y el español. Tenemos así más posibilidades. Pero eso nos exige también un esfuerzo extra para mejorar nuestra expresión, tanto en lo hablado como en lo escrito. Debemos exigirnos aprender bien tanto el español como el guaraní, para poder expresar a todo el mundo lo que somos, lo que pensamos, etc. Así nos entenderán mejor y nos conocerán mejor. Y que nadie me diga que con el guaraní no podemos expresar las ideas más nobles y científicas. Como el español, el guaraní es una lengua viva, capaz de adaptarse, de evolucionar a la par que nuestra sociedad y con la cual podemos expresar lo inexpresable. La poesía más bella resuena en este idioma.
De ahí la importancia de la lectura. Que no digan de nosotros que somos tímidos, porque somos sociables, solo que muchos no podemos expresarnos bien. Y no hace falta ser escritor para saber escribir bien, ni ser político para saber hablar bien. A nuestra gente todavía le falta un poco para conquistar una de las libertades de la que hablaba Adela Cortina en su libro: la libertad de expresión. Por eso debemos esforzarnos en aprender bien nuestros dos idiomas.
Queridos amigos y amigas, hoy me siento feliz de estar aquí. Creo que en esta vida he aprendido que el trabajo es el secreto para conseguir los sueños. Bueno, trabajo y un poco de inteligencia y buena organización y un poco, solo un poco, de suerte. Y que las decisiones que uno toma en la vida pueden marcarlo todo. Por eso es bueno tener presente qué es lo que uno quiere ser el día de mañana. Los sueños crecen en secreto, poco a poco, y como las gotas de agua que caen en un vaso, nos van llenando. Yo soñaba de pequeño con leer libros, y hoy leo un montón de libros, tengo una biblioteca en el barrio donde vivo, a doscientos metros de mi casa. Y creo que estoy aprendiendo a escribir. Puede que un día escriba un gran poema, o un gran relato. Ojalá. Otro de mis sueños era ir a la universidad. Para mí era el sueño más imposible de todos. Pero hoy estoy acabando una carrera. Yo soñaba con conocer Valencia algún día. Ahora mismo estoy en el corazón mismo de Valencia con personas que me hacen sentir feliz. Los sueños son importantes en ese sentido, porque nos guían. Pero vuelvo a reiterar, el esfuerzo es la base de todo. Muchas gracias.

domingo, 24 de julio de 2016

Un cuentero paraguayo: Marco Flecha Torres


            Oriundo de Tacuati (Paraguay), Marco Flecha Torres debuta con su primer libro Chorritos (Cospel, Resistencia, Argentina), un volumen de catorce microrrelatos. 
La historia de Marco Flecha Torres es también la historia de muchos niños paraguayos, niños que crecieron al calor de las historias que les contaba el abuelo, la abuela (como en el relato “Superstición”) o viajeros sedientos que recorren de a pie todo el país, buscando ese algo que nunca encuentran y cuentan historias a cambio de un vaso de agua. El autor nos explica todo eso en el prólogo al libro: “Me hice comunicador, animador y sobre todo cuentero. Y contando cuentos llegué a Sevilla a seguir transitando por estas geografías de la ficción y la realidad…” (pág. 9). Nada más leerlo nos damos cuenta de que el autor parece realmente un personaje más de la literatura. Su biografía también es una historia apasionante y merece ser contada y escrita.
Con los relatos de este breve libro, descubrimos a un autor que al parecer no solo es bueno en la narración oral; también descubrimos a un escritor que tiene madera de narrador, que ha leído y vivido mucho.
Marco Flecha Torres, como una especie de rapsoda, bebe del origen mismo de la literatura, de la oralidad. Y como un verdadero cuentero ha viajado por el mundo, como los sedientos caminantes que recorrían todo el Paraguay. Marco Flecha Torres ha tenido el mismo destino. Solo que él parece saber lo que está buscando, que es deleitar al oyente. En este caso, al lector que no puede asistir a los encuentros que organiza. Justamente en el mes de agosto volverá a Paraguay y pasará también por Argentina para seguir contando cuentos.
Un detalle que quiero anotar antes de seguir. En Paraguay, el término “cuentero” (como en España “cuentista”) tiene connotaciones peyorativas, se dice de la persona chismosa. Pero Marco Flecha Torres es un cuentero en el buen sentido de la palabra, claro está.  
Algunos de los relatos que componen Chorritos (Un gotero de relatos) hablan de la emigración, como “Ostracismo” y “Los oficios de la vida”. Contados con un tono irónico, a veces anecdótico, podemos ver en ellos una crítica a la sociedad.
Unos de los personajes muy recurrentes de la literatura paraguaya es sin duda Alfredo Stroessner, que aparece muchas veces como villano, por más que tome otra apariencia, como la del Doctor Francia, en Yo el Supremo. En el relato “El gran cartel”, de Flecha Torres, se hace hincapié en la influencia de Stroessner que aún existe en la sociedad paraguaya, sobre todo en lo político. Lo que este relato nos quiere decir es que la sombra del dictador es alargada y sigue oscureciendo el rostro del país. El pueblo no ha podido liberarse por completo de sus tentáculos. Se hace referencia a la destrucción de aldeas para construir sojales: el tema de la soja suele estar relacionado con la figura del dictador, o al menos con los que siguen hoy en día su política. Lo cierto es que Flecha Torres demuestra que se preocupa ante todo por los temas sociales. De ahí que en muchos de sus relatos se inspire en cuestiones que aquejan a la sociedad desfavorecida, de ahí que a veces su literatura parezca anecdótica. Pero su relato solo es la punta de iceberg de lo que nos quiere decir. Su mirada objetiva va más allá de lo acontecido. Tiene un trasfondo histórico muchas veces, como el caso de “El gran cartel”.
En mi opinión, los relatos más cortos de este libro son los más logrados; los que más nos sugieren y nos hacen pensar e imaginar. El autor pretende que el lector complete la historia, quiere que nosotros también participemos. Destaco, por ejemplo, “Aleteos”, un relato con un final que da sentido y encaja y se une con el principio del relato. Léanlo ustedes mismo:

“Cruzaron mariposas negra sobre nuestras cabezas. Cientos, miles iban aleteando, como si salieran de alguna aldea de mariposas negras. Trazamos con la mirada un camino hacia su naciente. Vimos el humo tras su vuelo, y más abajo, al terminar la parábola, el fuego sobre el techo de paja de nuestra vecina. De allí brotaban”.     
 
Hay otros microrrelatos que tienen imágenes metafóricas que suenan a poesía, como “Abril”:
 
“La primavera llegó con un temporal. Los vientos agitaron árboles y nos empapamos de flores”.
 
Marco Flecha Torres, un artista hecho a sí mismo, un trotamundos, un viajero de la palabra, de la literatura esencial, pero también una voz que quiere hacernos pensar, pero sin olvidar sacarnos alguna sonrisa en cada cuento. Vale la pena buscarlo y leerlo. Puede que un día pase por vuestra casa y os cuente su historia, su historia de caminante.

 

martes, 19 de julio de 2016

Sandra García Rodríguez lee "La patria del hombre"

     Sandra García Rodríguez acaba de reseñar "La patria del hombre". Creo que es uno de los comentarios más sinceros que se ha hecho sobre el libro. Ha destacado lo que le gustó de la obra pero también lo que no le agradó mucho. Le estoy muy agradecido por su atenta lectura.
     Se puede leer la reseña aquí.

lunes, 11 de julio de 2016

Inventario de lugares propicios a la felicidad

 

El poeta y crítico literario José Luis García Martín nos ofrece una guía casi completa de dónde ser feliz en su Inventario de lugares propicios a la felicidad. Una preciosa edición preparada por una jovencísima editorial, la Fundación Newcastle, dirigida por Javier Castro Flórez.
Aunque haya recorrido medio mundo, José Luis García Martín se considera hogareño. Nunca ha estado fuera de casa más de una semana. Es lo que repite en sus diarios, que publica los domingos en El Comercio (y en su blog: http://cafearcadia.blogspot.com.es/). Y es que a él le gustan “los amores eternos que duran una noche”, o dos o tres días si no lo puede remediar.  
Inventario de lugares propicios a la felicidad recoge los lugares en los que el autor fue feliz, donde la literatura es un viaje que no acaba nunca, donde nosotros también podemos ser felices.
Sentado en una cafetería de El Fontán, de Los Prados o de las Salesas, con un libro en la mano, José Luis García Martín viaja por el mundo. Un libro siempre lo acompaña vaya donde vaya. Y es que su literatura tiene muchos caminos, muchos andares y por todas ellos el lector disfruta, sin llegar a aburrirse porque el que nos guía nos contagia su energía y emoción ante cada lugar que recorre.
            Las historias que nos cuenta de cada sitio sirven para adornar el centro de cada historia: la ciudad, un parque, un hotel, un centro comercial, etc. Al menos eso es lo que parece, porque muchas veces lo que prima es la descripción del paisaje, del escenario y no se nos cuenta todo de la historia. El narrador deja algo sin decir para que el lector se imagine lo que pueda haber ocurrido, como, por ejemplo, en “Un domingo en parque Monceau”. No sabemos si hubo algo o no entre el protagonista y la misteriosa poeta con quien se encuentra.
Antes de haber visitado el parque Monceau, José Luis García Martín ya lo había conocido leyendo a Azorín. La literatura es siempre la primera en enseñarle el mundo. Luego él lo redescubre, pero sin dejar nunca de asombrarse. Lo dice en una de sus historias que transcurre en Francia, “La lección de Baroja”: “Siempre he venido a Biarritz siguiendo las huellas de algún escritor; siempre he andado por el mundo detrás de unos pasos de tinta y de papel” (pág. 93).
La estrategia de no contarlo todo es común en García Martín. Esto también se puede apreciar en sus diarios. No pretende aburrirnos con detalles, pero a veces, nos deja con una inquietante duda. Supongo que es para mantener la expectativa y la intriga en el lector. En otras historias, aparece un personaje misterioso, del que no se nos dice nada, pero intuimos que es mejor para el misterio del relato (como en “Un café en Union Square”). Hay también historias en el que el lugar se difumina, como en “Ladrón de guante blanco” o en “Hansel y Gretel en un figón de Syros”, y en los que nos encontramos con un relato dinámico, con más acción que descripción. En ellos se ve mejor al buen narrador que es José Luis García Martín, el que podría —aunque dudo que lo quiera— escribir un bestseller, mejor aún que los mejores novelistas contemporáneos.
            Unos de los lugares favoritos en los que está feliz García Martín son los Cafés. Los cafés y la literatura tienen una relación muy estrecha desde hace mucho tiempo. Cualquier café es su lugar favorito para leer y para charlar o discutir, que es lo que más le más gusta.
            Cada lugar que se cita en este libro tiene su protagonismo. En Montealegre, descubrió un secreto, el secreto de la felicidad. Nos dice que hay lugares que nos cambian la vida. Una vez los visitamos ya no somos los mismos de siempre. En Ischia, no solo descubrió la felicidad, sino también la vio, la acarició y se acostó con ella. Génova es un lugar ideal para soñar. En Ginebra, conversa con Borges y discuten de poesía. En Venecia, su lugar favorito, como un gato más, le gusta pasear y perderse para reencontrarse. En Oviedo, sus librerías de viejo siempre le esperan. En Aldeanueva del Camino (o en Hervás), José Luis García Martín siempre vuelve a la infancia, y también en Avilés. Todas ellos son escenarios de su felicidad.
            Estos lugares en que ha sido feliz García Martín se nos presentan desde el recuerdo y por eso la realidad se ficcionaliza. La balanza entre realidad y ficción se inclina más hacia la ficción, pero el autor dota a cada historia con datos verídicos. Cita lugares que existen, escritores conocidos (Ángel González, José Luis Piquero, Abelardo Linares, etc.), algún acontecimiento histórico, etc. Todo ello hace verosímil las historias que nos cuenta. Por eso es muy fácil dudar de si lo que estamos leyendo aconteció o no. Pero una vez nos dejamos llevar por las historias, ya no pensamos en si es un hecho biográfico o una invención. Solo leemos y leemos sin parar, nos dejamos llevar como unos niños a quien se les cuenta una historia de fantasmas y aparecidos. Así pasamos de una historia a otra hasta la última página. Y nos quedamos con la sensación de que al día siguiente la historia continuará… Algunas de las narraciones de su Inventario están cerca de la magia de la literatura oral.
            Después de viajar por estas ciudades de tinta y de papel, comprendemos mejor que recorrer el mundo, como dicen los orientales, empieza con un paso. Yo añadiría, que a veces comienza con la lectura de un libro. Inventario de lugares propicios a la felicidad, de José Luis García Martín, por ejemplo.
           
Cristian David López