El
poeta y crítico literario José Luis García Martín nos ofrece una guía casi
completa de dónde ser feliz en su Inventario
de lugares propicios a la felicidad. Una preciosa edición preparada por una
jovencísima editorial, la Fundación Newcastle, dirigida por Javier Castro Flórez.
Aunque
haya recorrido medio mundo, José Luis García Martín se considera hogareño. Nunca
ha estado fuera de casa más de una semana. Es lo que repite en sus diarios, que
publica los domingos en El Comercio
(y en su blog: http://cafearcadia.blogspot.com.es/).
Y es que a él le gustan “los amores eternos que duran una noche”, o dos o tres
días si no lo puede remediar.
Inventario de lugares
propicios a la felicidad recoge los lugares en los que el
autor fue feliz, donde la literatura es un viaje que no acaba nunca, donde
nosotros también podemos ser felices.
Sentado
en una cafetería de El Fontán, de Los Prados o de las Salesas, con un libro en
la mano, José Luis García Martín viaja por el mundo. Un libro siempre lo
acompaña vaya donde vaya. Y es que su literatura tiene muchos caminos, muchos
andares y por todas ellos el lector disfruta, sin llegar a aburrirse porque el
que nos guía nos contagia su energía y emoción ante cada lugar que recorre.
Las historias que nos cuenta de cada
sitio sirven para adornar el centro de cada historia: la ciudad, un parque, un
hotel, un centro comercial, etc. Al menos eso es lo que parece, porque muchas
veces lo que prima es la descripción del paisaje, del escenario y no se nos
cuenta todo de la historia. El narrador deja algo sin decir para que el lector
se imagine lo que pueda haber ocurrido, como, por ejemplo, en “Un domingo en
parque Monceau”. No sabemos si hubo algo o no entre el protagonista y la
misteriosa poeta con quien se encuentra.
Antes
de haber visitado el parque Monceau, José Luis García Martín ya lo había
conocido leyendo a Azorín. La literatura es siempre la primera en enseñarle el
mundo. Luego él lo redescubre, pero sin dejar nunca de asombrarse. Lo dice en
una de sus historias que transcurre en Francia, “La lección de Baroja”:
“Siempre he venido a Biarritz siguiendo las huellas de algún escritor; siempre
he andado por el mundo detrás de unos pasos de tinta y de papel” (pág. 93).
La
estrategia de no contarlo todo es común en García Martín. Esto también se puede
apreciar en sus diarios. No pretende aburrirnos con detalles, pero a veces, nos
deja con una inquietante duda. Supongo que es para mantener la expectativa y la
intriga en el lector. En otras historias, aparece un personaje misterioso, del
que no se nos dice nada, pero intuimos que es mejor para el misterio del relato
(como en “Un café en Union Square”). Hay también historias en el que el lugar se
difumina, como en “Ladrón de guante blanco” o en “Hansel y Gretel en un figón de
Syros”, y en los que nos encontramos con un relato dinámico, con más acción que
descripción. En ellos se ve mejor al buen narrador que es José Luis García
Martín, el que podría —aunque dudo que lo quiera— escribir un bestseller, mejor aún que los mejores
novelistas contemporáneos.
Unos de los lugares favoritos en los
que está feliz García Martín son los Cafés. Los cafés y la literatura tienen
una relación muy estrecha desde hace mucho tiempo. Cualquier café es su lugar
favorito para leer y para charlar o discutir, que es lo que más le más gusta.
Cada lugar que se cita en este libro
tiene su protagonismo. En Montealegre, descubrió un secreto, el secreto de la
felicidad. Nos dice que hay lugares que nos cambian la vida. Una vez los
visitamos ya no somos los mismos de siempre. En Ischia, no solo descubrió la
felicidad, sino también la vio, la acarició y se acostó con ella. Génova es un
lugar ideal para soñar. En Ginebra, conversa con Borges y discuten de poesía.
En Venecia, su lugar favorito, como un gato más, le gusta pasear y perderse
para reencontrarse. En Oviedo, sus librerías de viejo siempre le esperan. En
Aldeanueva del Camino (o en Hervás), José Luis García Martín siempre vuelve a
la infancia, y también en Avilés. Todas ellos son escenarios de su felicidad.
Estos lugares en que ha sido feliz
García Martín se nos presentan desde el recuerdo y por eso la realidad se
ficcionaliza. La balanza entre realidad y ficción se inclina más hacia la
ficción, pero el autor dota a cada historia con datos verídicos. Cita lugares
que existen, escritores conocidos (Ángel González, José Luis Piquero, Abelardo
Linares, etc.), algún acontecimiento histórico, etc. Todo ello hace verosímil
las historias que nos cuenta. Por eso es muy fácil dudar de si lo que estamos
leyendo aconteció o no. Pero una vez nos dejamos llevar por las historias, ya
no pensamos en si es un hecho biográfico o una invención. Solo leemos y leemos
sin parar, nos dejamos llevar como unos niños a quien se les cuenta una
historia de fantasmas y aparecidos. Así pasamos de una historia a otra hasta la
última página. Y nos quedamos con la sensación de que al día siguiente la
historia continuará… Algunas de las narraciones de su Inventario están cerca de la magia de la literatura oral.
Después de viajar por estas ciudades
de tinta y de papel, comprendemos mejor que recorrer el mundo, como dicen los
orientales, empieza con un paso. Yo añadiría, que a veces comienza con la
lectura de un libro. Inventario de
lugares propicios a la felicidad, de José Luis García Martín, por ejemplo.
Cristian David López
Me he reído mucho con el capítulo del incidente en Ginebra, y la introducción me parece muy sugerente. El detalle de la portada me encanta. ¡Felicidades a Newcastle y JLGM!
ResponderEliminarMuchas gracias, María.
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