lunes, 18 de agosto de 2014

La musa


Una tarde de abril vino conmigo hasta mi casa.
Ella quería hacerlo en el parque,
en cualquier parte.
Le dije que esperara.
Pero ella siguió lamiéndome las orejas,
 al final no pude resistirme.
Al principio fueron fogonazos,
dos veces al día a veces tres cuando la cerveza
fluía y el tiempo se llenaba en mis párpados blancos.
Me siguió inspirando porque las noches eran largas
y los domingos, aburridos.
Un día se fue con Xaime Martínez,
que toca blues en una banda,
otra vez se colgó de la barba de Sevillano,
pero este no se dejaba engatusar por ella;
una semana después probó con Carlos Iglesias,
que aprovechó la ocasión para hablarle de cine
(quién lo iba a decir, era el más tímido de la tertulia,
o eso creía yo),
tampoco se negó a Pablo Núñez,
que pasa de arrancar las rosas
y va directo al grano.
Pero cada fin de semana se escapaba con Martín,
sin dejar de coquetear con Javier Almuzara.
Yo trataba de seguir sus pasos alguna tarde,
cuando la encontraba,
pero me era imposible seguirla.
Hace mucho que no la veo. Hoy la recuerdo vagamente.
Y ahora que la necesito, me pregunto dónde cojones estará.


martes, 5 de agosto de 2014

Poemas sin una gota de alcohol


Decía Ortega y Gasset que el poeta empieza donde el hombre acaba. Pero la línea que divide uno y otro es difícil de precisar. Hay poetas que no buscan crear un mundo nuevo (que no se sienten dioses), sino solamente ilustrarnos sobre los deseos, los sueños, las vigilias, los viajes, es decir, sobre la vida misma. Este es quizá el caso de Pablo Núñez (Langreo, 1980), cuyo libro Lo que dejan los días fue galardonado con el XII Premio de Poesía Dionisia García y acaba de ser publicado por la Universidad de Murcia.
Abundan las referencias literarias, pero el autor no se permite un atisbo de ironía en todo el libro. El poeta parece buscar idéntico tono sobrio para el conjunto de sus poemas.
Encontramos como temas la evocación del pasado –el poema es también memoria, disco duro–, de la vida como algo cíclico, según ocurre en el poema “Vidas”: “la mar que vuelve y vuelve sin dejar de irse”. Vemos cómo el poeta busca romper el tópico de Heráclito de que ningún hombre se baña dos veces en el mismo río. También en el poema “Plenitud”  contradice el tópico horaciano collige, virgo, rosas. Pablo Núñez nos dice que no nos preocupemos por coger las rosas, que nunca nos haga sufrir aquello que se ha ido, “porque la plenitud / la alegría más pura de este instante / se esconde en aceptar el tiempo y su camino”. No todo se ha perdido del pasado, pequeños paraísos quedan en el recuerdo. “No canto lo perdido porque aún siguen / bien presentes su imagen y el designio / que habremos de cumplir.”, leemos en el poema “El calor de la sombra”.
Los poemas son espejos de quien los escribe. Y en este libro podemos ver a un gran lector de poemas, a uno que conversa con sus poetas favoritos, los cita y los recita y piensa en ellos mientras camina. Porque la literatura es un libro que cuando se abre acapara la vida misma del lector.
Es difícil no amar más la vida después de leer Lo que dejan los días





lunes, 4 de agosto de 2014

Mi tesoro

Recuerdo que cuando todavía era un niño, quería que mi escuela y colegio tuvieran una biblioteca para los alumnos. En mi escuela nunca tuvimos una. Los que dirigen Paraguay nunca miran hacia el interior del país. Tienen la mirada muy corta. En mi colegio tardíamente nos dieron una (la embajada de EE.UU nos donó una pequeña biblioteca), cuando yo ya no era estudiante, ya había acabado.
Hoy, diez años después, lejos de mi país, tengo una en mi casa. Pequeña pero valiosa. Poco a poco fui formando una biblioteca con los libros que siempre soñé. Libros encontrados en los mercadillos, en las librerías de viejo; muchos son regalos de amigos; algunos, libros nuevos... esperando que yo los abra. En fin, libros madrugados, gastados por el sueño.
Mi pequeña biblioteca es para mí un tesoro. La vida (y mucha gente buena) a veces nos da mucho más de lo que pedimos. Soy un hombre afortunado.