Recuerdo que
cuando todavía era un niño, quería que mi escuela y colegio tuvieran una
biblioteca para los alumnos. En mi escuela nunca tuvimos una. Los que dirigen
Paraguay nunca miran hacia el interior del país. Tienen la mirada muy corta. En
mi colegio tardíamente nos dieron una (la embajada de EE.UU nos donó una pequeña
biblioteca), cuando yo ya no era estudiante, ya había acabado.
Hoy, diez años
después, lejos de mi país, tengo una en mi casa. Pequeña pero valiosa. Poco a poco fui formando una biblioteca
con los libros que siempre soñé. Libros encontrados en los mercadillos, en las
librerías de viejo; muchos son regalos de amigos; algunos, libros nuevos... esperando que yo los
abra. En fin, libros madrugados, gastados por el sueño.
Mi pequeña
biblioteca es para mí un tesoro. La vida (y mucha gente buena) a veces nos
da mucho más de lo que pedimos. Soy un hombre afortunado.
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