Me
gusta que un libro de poemas me acompañe en estos días de verano en que parece
que la ciudad se toma un respiro y la gente se va a la playa a darse un
chapuzón. Me gustan los poemas breves (los que te permiten suspirar), con
imágenes sugerentes, los que te invitan a volver a leerlos, los que invocan las
estaciones, los ríos, la vida que pasa... Sentado en un banco cualquiera, en
una parque cualquiera, bajo una sombra fresca, leo Monedas sueltas (Huerga & Fierro, 2014), una selección de
haikus del poeta santanderino Juan Antonio González Fuentes. Se trata de poemas
escritos entre los años 2009 y 2013.
El autor explica en una nota a la
edición que sus haikus “no son verdaderos haikus ni desde el punto de vista
temático y conceptual, ni desde el métrico, pues mis agudas y esdrújulas
finales en ocasiones ni suman ni restan lo que las reglas de nuestro idioma
exigen en su uso normalizado”. Entendemos que lo que nos quiere decir es que
pretende que sus haikus sean esencialmente poemas, respeten o no unas normas
métricas, y no una forma vacía, versos sin alma.
Les dejo, como ejemplo, algunos
poemas de Juan Antonio González Fuentes:
Un gorrión gris
baila sobre la
nieve:
punto de fuga
*
Soy gota quieta
que a la luna
pregunta
por su reflejo
*
El árbol solo:
paisaje
inagotable
en cientos de hojas
*
Aprende el fuego
la lección de
las aguas:
lame su herida
*
Muy
malherida
se
refleja la sangre
en el cuchillo
*
Confunde
el mirlo
la
luna y la farola
entre sus alas
*
Cantan
las ramas:
lee
el viento en sus hojas
la partitura
*
Queda
el rocío
esperando
a la muerte
en
la flor seca
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