Hoy he vuelto a soñar con el chico que fui hace veinte años, el que iba tempranito, con el rocío a cuestas, a la escuela, al paraíso, para ser el primero en llegar, para ser el que barra el patio, las aulas (que en silencio esperan toda la alegría); y caer bien a la profesora de guaraní, la que recita versos de Nicolás Guillén en guaraní. “Salpica, moja un poco el suelo seco, para que el polvo no despierte”, me decía al llegar a clase, como si recitara un verso. No eran difíciles de hacer tareas si luego ella las corregía, si luego ella las explicaba con su dulce idioma. Qué vergüenza me daría si hoy me viera ese chico, con esta pinta que tengo ahora, un poco más gordo y menos sonriente y ¡con tantas tareas que hacer! Me pondría colorado ante él.
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