Mark Twain
Encuentros y extravíos
Traducción y selección de
Javier Recas
Renacimiento, Sevilla, 2020
Una de las frases favoritas, solía repetirla mucho en sus giras, del cantautor argentino Facundo Cabral era esta de Mark Twain: “A mi edad, cuando me presentan a alguien, ya no me importa si es blanco, negro, católico, musulmán, judío, cristiano… me basta y me sobra con que sea un ser humano. Peor cosa no podría ser”. Esa frase describe perfectamente la poca confianza que tenía el autor de Huckleberry Finn en el ser humano.
Todo lector tiene cierto cariño por alguna de las obras de Mark Twain –seudónimo de Samuel Langhorne Clemens–, que había nacido en un pueblo de Florida (Missouri) en 1835. Era el sexto de los siete hijos de John Marshall y Jane Lampton Clemens, y sobrevivirá a todos sus hermanos, a su esposa y a tres de sus cuatro hijos. Falleció en 1910. Su espíritu inquieto lo llevó a ejercer muchos tipos de trabajos. A los once años había dejado la escuela para trabajar en una imprenta; ejerció de piloto fluvial, de minero, de corresponsal de prensa en diferentes rincones, de conferenciante y, por suerte, también se dedicó a ser escritor, creando así a dos figuras, dos niños (Huckleberry Finn y Tom Sawyer), capaces de llenar nuestra imaginación con las aventuras más memorables y grandiosas jamás leídas. Su mundo es el de la infancia, un mundo que puede llegar a ser, sin duda, terrible, injusto y al mismo tiempo apasionante.
Su prosa se caracteriza por el humor que destila y la profunda visión sobre la sociedad. Mark Twain es un escritor, un sabio de la vida, que se ha hecho a sí mismo no solo a base de literatura, sino sobre todo aprendiendo de la experiencia, de la realidad.
En Encuentros y extravíos, se recogen sus más brillantes, certeras y sabias frases, extraídas no solo de sus obras literarias, sino además de sus cartas, discursos y conferencias. La edición, selección y traducción de los aforismos fue hecha por Javier Recas, que ha tenido el cuidado de señalar tras cada frase el título de la que se ha extraído, además de la fecha en que fue escrita. Incluye además esta edición una rica bibliografía sobre el autor norteamericano.
Un libro de aforismo se puede leer de diversas maneras, esa es una de sus cualidades. Lo podemos picotear, dejando que los ojos se posen al azar en cada frase, o simplemente leerlo de seguido, pasando de un aforismo a otro. Todo esto se puede hacer con Encuentros y extravíos, pero además, al llevar título los aforismos, título que indica su tema, el lector puede dirigirse primero al índice –ordenado en orden alfabético– y buscar el tema que le interesa o le llame la atención.
Encuentros y extravíos es una especie de diccionario de Mark Twain. Los aforismos con su título propio adquieren una individualidad, una propia vida, totalmente independiente de la obra de la que fueron entresacados. Así cada aforismo parece más bien una breve fábula, que por ser fábula, siempre es contemporánea, porque la sabiduría, la verdadera, no envejece nunca. Como las que se recogen aquí, en Encuentros y extravíos.
El tono humorístico, sarcástico, cercano a veces a lo chistoso caracteriza a la mayoría de sus ingeniosas frases, como por ejemplo esta sobre las “juntas escolares”: “En primer lugar, Dios hizo idiotas. Esto fue para practicar. Luego hizo Juntas escolares”. Reírse de sí mismo era otra forma de chiste: “Preferiría mi ignorancia a los conocimientos de otro hombre, porque tengo mucha más”.
La desconfianza en el hombre se manifiesta en la mayoría de sus reflexiones. Así de “Honradez” dice: “Cualquier hombre es totalmente honrado para sí mismo y para Dios, pero para nadie más”.
Si Mark Twain pudiera hojear Encuentros y extravíos, encontraría una obra suya totalmente nueva, inédita; un volumen que leería, como lo hacemos ahora, sin despegar la sonrisa de los labios. Sonrisa que solo la sabiduría trazada con humor produce, al mismo tiempo que reconforta e ilumina.
[Reseña publicada en la Revista Clarín]
Cristian David López