Mientras cae la nieve y se detiene sobre el cristal empañado, leo Réquiem por un campesino español de Ramón J. Sender, una obra de arte que da gusto leer. Me detengo y anoto:
“Dime de lo que presumes, y te diré lo que te falta”, creo que la Jerónima me lo dice a mí, acepto lo que dice y sigo leyendo.
Mientras la nieve se derrite en la ventana, mi gato Miki ronronea junto a mi pierna, y leo:
“Los chicos y los animales quieren a quien los quiere”, sin lugar a dudas. Luego anoto:
“Los curas son la gente que se toma más trabajo en el mundo para no trabajar”. Y pienso, algunos renuncian.
Miki se despereza, lo llamo para que se acerque, se hace que no me escucha, se hace el sueco, y encuentro la frase perfecta para él y le leo en vos alta:
“Era el zapatero como un viejo gato, ni amigo ni enemigo de nadie, aunque con todos hablaba”. Miki, como si me entendiera, da una vuelta por la pata de la mesa y salta sobre mi regazo. Cierro el libro, la nieve ha parado de caer.
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