Cine
que reconforta
Hay películas que son una especie de bálsamo para el
alma. Como “Cinema Paradiso”, de Giuseppe Tornatore. Un filme apasionante, que
nos regala la historia de una amistad, de un sueño, de un amor, del
cine dentro del cine, siempre cargado de literatura, y finalmente, una
antología de besos en blanco y negro que llenó de colores, seguramente, a los
primeros espectadores que la vieron entonces. Los diálogos, llenos de ironía y
ternura, son maravillosos, como los que mantienen, mientras se van en
bicicleta, Alfredo y Totó, el simpático niño que nos contagia el amor por el
cine:
Totó— Alfredo. ¿Tú conocías a mi padre?
Alfredo— Por supuesto. Claro
que lo conocía. Era alto, delgado, simpático y tenía un bigote como el mío.
Siempre reía. Se parecía a Clark Gable.
Totó— Alfredo.
Alfredo— Dime.
Totó— Ahora que ya soy mayor y voy a
quinto… no digo que pueda entrar en la cabina [de cine], pero ¿por qué no nos
hacemos amigos?
Alfredo— Yo elijo a los amigos
por su aspecto… y a mis enemigos por su inteligencia. Y tú eres demasiado listo
para ser amigo mío. Siempre se lo he dicho a mis hijos: “Tenéis que encontrar a
los amigos adecuados”.
Totó— Tú no tienes hijos.
Alfredo— ¡Pues cuando tenga se
lo diré!
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