Aquella tarde de sábado
de un verano cualquiera
nos burlábamos del
sueño,
del futuro nos reíamos,
mientras me fumaba cien
pesos en tu blanca piel,
tu piel que sabía amar,
tu piel tatuada con versos
que quemaban el respirar.
Hoy lo recuerdo mientras
camino pateando los cubos
que esperan tus fotos,
voy silbando bajo la lluvia
la melodía de tu nombre…
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