Están
en auge los libros de aforismos. Impulsado quizás por las redes sociales, este
género goza al parecer de muy buena
salud. Pero, como en todas las cosas, muchos son quienes lo cultivan, pero
pocos los aforistas que nos logran convencer. Para ser un buen aforista se
necesita muchos ingredientes para no cansar con lo monótono. Gusta al lector la
variedad temática, lo irónico, lo poético, lo chistoso —pero sin pasarse—, lo
inteligente —sin pretender ser filósofo—, lo anecdótico, etc.
Aitor
Francos ha entrado con buen pie en estas breverías. Maneja muy bien los trucos,
las técnicas y el arte de los aforismos, en los que descubrimos al poeta, al
lector, al crítico, al observador de la sociedad, al ser humano, preocupado por
la literatura, pero también por lo social, por la política incluso. En algunos
casos, los aforismos de Aitor Francos son una confesión al lector. Y no pretende
ser moralista en ningún momento. Solo busca ofrecer un punto de vista distinto
a los demás.
Destaca
la variedad temática del libro. Abundan los aforismos donde se reflexiona sobre
la poesía. Aitor Francos es, ante todo, poeta. En su libro Las dimensiones del teatro, se puede encontrar algún que otro verso
aforístico. En Fuera de plano, el
autor nos ofrece todo lo que piensa sobre la poesía. Podríamos seleccionar lo
que escribe sobre este género y tendríamos su poética y los principios
fundamentales. Cito algunos: “La poesía es la esterilización de la realidad”, “La
poesía que dice lo que es, especula”, “En poesía las cosas hablan como en una
confidencia policial”. Para el autor, la poesía es el fin y no el medio del
quehacer literario, es lo que más le motiva escribir.
En
algunos aforismos, se deja traslucir la vena crítica de Aitor Francos: “Hay
poetas que consiguen lo imposible: borrar la poesía del poema”. Lástima que no
nos diga quiénes son esos poetas. Reflexiona asimismo sobre el propio acto de la
escritura: “Saber lo que no hay que escribir es una forma superior de corrección”.
O este otro: “Escribir es como buscar a un prisionero en un espejo; cuando lo
encuentras no tienes posibilidad de liberarlo”.
Destaca
en sus aforismos la presencia de la palabra “espejo”, sobre la que el poeta
reflexiona bastante. Y es que nuestro autor no duda en observarse a sí mismo. Se
deja ver que en el acto de razonar hay una forma contemplación del yo, o más
bien, una forma de diálogo con nuestra conciencia que es otra forma de mirarse
uno mismo: “Mantenía tal devoción por los espejos que su doble ya había
solicitado una orden de alejamiento”. Tiene que ver con el juego de espejos
también lo paradójico de algunos de sus aforismos: “El lector que sabe lo que
busca es ese que aún sigue buscando”.
Aitor
Francos sabe que lo mejor de la lectura y del viaje es la lectura y el viaje
mismos. Al final, la presencia de los espejos no es más que una forma de buscar
un punto de vista distinto.
La
variedad temática, el tono irónico, la inteligencia clara, aunque a veces nos
parece algo rebuscadamente filosófico y místico (“Hay dos posibilidades de
llegar a la luz, no viendo lo claro y no viendo lo oscuro”). En estos casos nos
apresuramos a saltar de línea.
Como
en todo libro aforístico, también en Fuera
de plano encontramos aforismos sobre aforismos: “Los aforismos son como
granos de maíz echados en una sartén con aceite hirviendo. Sabes que antes o
después algunos de ellos van a saltar a tus ojos en forma de palomitas, y que
otros no explotarán y quedarán tristemente quemados”. Pero lo mismo podríamos
decir de otros géneros. En el caso de Aitor Francos, de la sartén de Fuera de plano podemos asegurar que la
gran mayoría explotarán hechos palomitas y dejarán en el paladar y en la inteligencia
un buen sabor.