Mediodía en Kensington Park
Javier Sánchez Menéndez
La Isla de Siltolá, Sevilla, 2015
Mediodía en Kensington Park es el cuarto volumen de la serie Fábula que publica el poeta y editor
Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, Cádiz, 1964). Son pequeños testimonios de
breves momentos que abarcan desde el año 2008 al 2012, escritos en Cádiz y en
Londres.
Acercándose a la línea diarista,
a la reflexión, a la poesía, a veces, surrealista, Sánchez Menéndez nos cuenta
su recorrido desde la primera página. Es fácil dejarse llevar por su prosa.
Nadie puede resistir a la tentación de acompañarle en su viaje. Pero para este
viaje hay que aceptar que la literatura se lee intuitivamente para que resulte placentera.
El autor sabe cómo sorprendernos
con lugares que visita porque también él se sorprende observando el mundo, como
un niño al que todo le parece recién creado.
Un paisaje otoñal descubre en su
recorrido “El aire ya ha cambiado”. Encuentra un gorrión herido y lo deposita
en un tronco de olmo. Él también está herido. Por eso camina. Paseando se cura
el alma.
Un
caminante al que no le abandonan los libros. “Los libros no se limpian, los
libros se devoran, se leen”, “Las grandes obras nunca se acaban de leer”. Y
ahora, mientras recorre las calles de Kensington, piensa en su infancia, a la
que desea volver. En el fondo todavía se siente un niño: “El fin de este paseo
es conocer al niño…”, confiesa. También la presencia de la madre ilumina de
alguna manera la figura del poeta.
Pero donde
más le gusta estar es en el parque, rodeado de árboles, de sombras, rodeado de
sí mismo. Así conversa consigo mismo. Al
leer estas líneas, nos vienen a la mente los versos de Lope de Vega: “A mis
soledades voy, / de mis soledades vengo, / porque para andar conmigo / me
bastan mis pensamientos”.
Sánchez
Menéndez busca la dicha en el parque, en la soledad. En el parque se ampara de
la muerte misma. En el parque no hay miedo porque allí está la vida, está la
fuente.
Lo bueno de
este libro es que guarda, como un parque, alguna flor, alguna fuente de donde
manan frases como estas:
“Es la palabra justa la que
conduce al poeta por el camino de la
esencia”.
“Me encanta la forma que tienes
de mover tus manos. Sacudes la vida y dejas caer el arte por el suelo”.
“La palabra es un mundo que hay
que descubrir, y debes estar solo”.
“Arranco de la niebla una dulzura
y el cristal, como la vida, se ilumina.”
[Reseña publicada en el Nº 4 de la revista Anáfora]
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