En los Siglos de Oro, en el Romanticismo y hasta el Modernismo, el verso era la forma que utilizaban los dramaturgos para escribir sus obras. Aunque no todo lo que se escribía en verso es poesía, el hecho de utilizar el verso hizo que el teatro tuviera una estrecha relación con la poesía, al menos en lo que se refiere a la música y al ritmo.
Sara A. Palicio (La Felguera, Langreo, 1991) acaba de publicar Las costumbres vacías (Trabe), su primer libro de poemas, que mereció el Premio de Poesía Asturias Joven 2014. En este volumen, la poeta hace especial homenaje al teatro, ese maravilloso género que durante siglos llenó nuestra conciencia de poesía. El lector se quedará sorprendido ante una obra en la que se nota que la autora se ha dedicado a depurarla hasta reducirla a lo esencial, y en el que en los títulos aparecen los rasgos del mundo del teatro: «Solo el autor», «Dramatis personae», «Actos de ausencias», «Acotaciones» y «Solo el poeta».
Los poemas que más nos conmueven son los de tinte autobiográfico, como el entrañable poema «La espera», inspirado en la madre ausente pero presente al mismo tiempo en el recuerdo. Destacan los temas amorosos y los que cantan, de alguna manera, al cuerpo, como «Pequeña poética ausente», «Fracciones en un punto» o «Filemón a Baucis». Asimismo sobresalen los poemas breves (algunos irónicos) que llevan como título principal «Acotaciones». Véanse las definiciones de «Infancia» («Emulación de uno mismo / en cualquier circunstancia / feliz y momentánea») o «Amor» («Dolor intenso y punzante. / (A combinar con otros fármacos)».
La poesía de Sara A. Palicio se inspira en una tradición que incluye a los mejores maestros, desde Borges, Lorca, Blas de Otero, Vallejo hasta los más contemporáneos, como García Montero, Julio Rodríguez, Martín López-Vega...
Quien se adentre en estos poemas se encontrará con una voz que busca transparentarnos para salir de ella con la sensación de haber leído la vida misma. Y es que acaso lo que nos enseña Las costumbres vacías es que el teatro y la poesía alimentan nuestros sueños, deseos, miedos, recuerdos, nuestra vida entera, en la que todos tenemos un papel y en el que todos somos protagonistas de nuestras costumbres, las que nos dicen realmente quiénes somos.
[Reseña publicada en la revista Anáfora, nº 6]
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