La senda recorrida
Candela de las Heras
Ediuno, Oviedo, 2015
Los cuatro apartados
contienen poemas que no se diferencian mucho en el tono ni en el estilo.
Prioritariamente se da más importancia al contenido. La forma no es lo
relevante, sino que lo que la poeta nos quiere comunicar en cada poema. En
muchos casos como un monólogo que se acerca a la queja, un monólogo en el que
no podemos asegurar quién habla ni a quién se dirige. ¿Es la propia conciencia
la que dialoga consigo misma o con la que escribe, como en "Times takes a cigarette"? Es
interesante el juego de buscar la ambigüedad cambiando las voces; por ejemplo,
en las dos primeras estrofas de este poema se usa la segunda persona y en la
última estrofa, la primera. Le da un toque de misterio a los poemas no saber
quién está hablando y a quién se dirige en los distintos momentos. Se acercan a
lo borgiano estos juegos de espejos, estos juegos del doble. Poesía psicológica
llamaría yo a la poesía de Candela de las Heras.
El tiempo que todo lo ha consumido, la muerte y la soledad que pesa y
que a veces puede llegar a ser corpórea (como en "El frío") son los
temas que más le importan a nuestra poeta. El abandono que alude a la muerte
invade de un color fúnebre algunos pasajes del
libro. ¿Conviene no abusar de lo dramático para evitar que los lectores
se pongan muy serios? "Piensa
todos los días en la muerte –decía Rafael Barrett–, y tu obra resplandecerá de
vida." La poesía de Candela De las Heras solo respira vida, y es su vida
la que nos cuenta en cada poema. En el fondo ama la vida y se aferra a ella.
"Lo peor de la muerte es saber que vas a morir. / Pero qué difícil es
decirle adiós a la vida".
No todo es negro en este libro, podemos encontrarnos un refugio al que se vuelve y al que se resiste a
abandonar. Ese refugio vital son los recuerdos de la infancia que aparecen en
"Marques", "Niños en mi tiempo" o "Salinas",
poemas que guardan también una figura paternal, la compañía de un ser querido.
En este libro no se habla casi de amor –al menos de forma explícita–, pero un
poema basta para no quedarnos con las ganas. "Si quieres, podemos
irnos" es un bello texto amoroso, en el que no aparece la palabra
"amor". Y es que De las Heras maneja bien el arte de aludir.
La senda recorrida encierra ciertamente lo que la autora ha recorrido en su aún corta vida.
Sin embargo, a pesar de su juventud, podemos percibir un cúmulo de vivencias (y
lecturas) que demuestran una madurez prematura.
EL HACEDOR
Me
gustaba observarte concebir el mundo con las manos.
Tú,
creador, hacedor de milagros.
Lo
que tocabas era ya tu obra:
prolongaciones
de
ti, hijos bastardos de tu energía.
Qué
autoridad mostrabas sin darte cuenta
cuando,
desenvuelto, hacías algo para mí.
[Reseña publicada en la revista Anáfora, nº 7]
No hay comentarios:
Publicar un comentario