Mar hueco y
otros poemas
Miguel Luis
Álvarez
Ediciones
Camelot, Oviedo, 2017
Algunos lectores lo único que buscan al leer un libro de poemas es perderse, simplemente dejarse llevar por la lectura. Que la voz del poeta les sugiera un nuevo mundo, con paisajes extraños y vagos, que al cerrar el libro solo queden en la memoria espejismos que en el fondo se parezca a los que él tiene en su interior. Quieren ver algo nuevo, raro, donde la palabra trate de describir el color de la herida, por ejemplo, «el color espiral», «el color solitario», etc., como lo hace Miguel Luis Álvarez (Blimea, 1988) en este su primer libro que no trata de ser original. Lo que pretende es hablar de lo que hablamos todos los días, pero de una manera distinta. Ya se sabe que en literatura, y sobre todo en poesía, lo original no existe. Y como casi todos los poetas, Miguel Luis Álvarez tampoco puede evitar hablar del tiempo que devora al hombre y que al final solo deja restos de lo que somos («Las edades»). Incluso llega a negar que exista un día original («El color espiral»). Para él, al final todos somos copia de otros. Su poesía, aunque nos parezca que suene rara, simbolista tal vez, incluso onírica en algunos pasajes, en el fondo es una poesía clara, todo eso solo son camuflajes. Es una poesía que nos llega y que nos impresiona porque nos habla de temas que importan a la mayoría.
Aunque
Miguel Luis Álvarez no cita (como suelen hacer los autores en sus primeros libros)
algunos versos de los poetas que admira, en Mar hueco se percibe sin
duda el eco de los poetas vanguardistas. Por ejemplo, el poema «Espectro»
(«Escapé a través del espectro de la luz. / Me agarré al color / como si
agarrase una barra de autobús. / Los colores me rodearon, / estaban disfrazados
de pájaros») nos recuerda la trayectoria descendente del Altazor de
Huidobro. Algo parecido sucede en el poema «Mar hueco», solo que aquí se
refiere a una ascensión desde el mar.
Miguel Luis
Álvarez nos cuenta el mundo que ve desde otro ángulo en que los paisajes en el
que nos perdemos cada día parecen distorsionarse, pero que no dejan de reflejar
el mundo nuestro. Vale la pena dejarse llevar por este poeta, que sigue
buscando la mirada del lector, del mundo, quizá su propia mirada en los demás:
Se buscan: Ojos tristes. No es necesaria
garantía de tristeza
ni felicidad.
No importa el color.
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