Avelino
Fierro (1956), un escritor capaz de llenar con literatura cada día, se dio a conocer
con Una habitación en Europa (Eolas, 2014),
que recibió una gran acogida por parte de la crítica. Ciudad de sombra (Eolas, 2015),
prologado por José Luis García Martín, sigue el mismo camino. Agrupa las
anotaciones semanales del autor entre los años 2013 y 2014.
En sus páginas, habla de los libros
que está leyendo, de su vida cotidiana, de sus problemas médicos; cita poemas,
fragmentos de prosa, aforismos, etc. Avelino Fierro lee poesía, novela, ensayo,
filosofía, algún manual de pájaros, recetas de cocina... En fin, lee todo lo que
encuentra. De lo clásico a lo contemporáneo. Y es la huella de su lectura lo
que acapara las páginas de su día a día. Tanto que su diario es un diario de
lector.
En
Ciudad de sombra, tenemos la
sensación que Avelino Fierro, al igual Borges, se enorgullece más por lo que ha
leído que por lo que ha escrito. «Leer es la mejor higiene para combatir a los
idiotas o desenmascarar el cinismo de los políticos, el pragmatismo imbécil, la
prosa facinerosa de los psicopedagogos» (p. 194).
No solo aparece el lector que anota
y cita lo que lee, sino también el que reflexiona, el que opina sobre lo que
lee, es decir, el crítico: «Entre 2008 y 2011, Paul Auster y J.M. Coetzee
también se escriben cartas. […]. Deciden escribirlas, reunirlas y publicarlas.
Parece obedecer más a una necesidad de publicar que de comunicarse. Traen a
ellas asuntos de poco interés, buscan pretextos para parecer inteligentes o
ingeniosos, aunque no lo consigan casi nunca» (p. 53). Más adelante, opina
sobre Diario de un estudiante en Paris:
«Gaziel nos transporta allí con su escritura de obligado periodista, pero sus
reflexiones filosóficas, de alta política a veces, su lirismo, su pulcritud, su
inteligencia para la anécdota mínima y para la categorización de situaciones
que otros ni siquiera advertirían, sus descripciones con mirada abarcadora
–como de urbanista, diría yo– y gráfica, nos hace ver y sentir y entender ese
escenario irracional, ese mundo en bancarrota moral» (p. 316). Entre sus variadas lecturas nos descubre
nuevos diarios, como los del pintor Paul Klee. Nos deja su impresión personal,
nos deja con el interés puesto en ellos. Opina sobre la situación política y
sobre los políticos, habla de la música que le gusta, del arte, etc. La
curiosidad de Avelino Fierro es inabarcable.
Su
lectura preferida son los libros de poemas, y ese gusto ha llegado a contagiar
su prosa: el uso de la personificación («Los árboles respiran lento a través de
las últimas hojas de diciembre» p. 27), la metáfora, la descripción del paisaje
que nos presenta como un cuadro pictórico, etc. Y es que Avelino Fierro, pese a
sus problemas de espalda, escribe y describe bien, no solo acompaña a cada
capítulo una ilustración por él mismo dibujado, sino además describe un atardecer
o una mañana como si estuviera dibujando en prosa. Su ingrediente fundamental
es la poesía, su prosa respira y transpira lo lírico por todos los poros.
Avelino Fierro es un poeta que escribe en prosa.
Algunos
personajes pasan por sus páginas, como por su vida, como figuras fugaces. Otros
aparecen siempre porque forman parte de la vida del autor, como su mujer Mar,
que también anota los viajes que realizan juntos, como las anotaciones de una
estancia en Marruecos (es una enumeración de actividades casi caóticas, dan la
sensación de que el tiempo ha pasado tan de prisa, como suelen pasar los días
felices).
Ciudad
de sombra es el viaje por la vida de un hombre, que aunque no lo pretenda,
nos trasmite su ilusión por el día a día. Es un escritor que nos deja
ensimismados en su trajín.
No tengo dudas de que Ciudad de sombra ha de tener el mismo, o
incluso más, éxito que Una habitación en
Europa. Fierro es un escritor que dice que no se siente escritor, pero los
que le hemos leído podemos decir que es uno de los escritores más afables y
carismáticos. Estaremos atentos a la tercera entrega de sus viajes por la vida
y por la literatura, que para él serán la misma cosa. En la última parte de la
entrevista que acompaña al libro, Avelino Fierro afirma que escribe diarios
para que le quieran los lectores. No hay ninguna duda, es un encantador de
serpientes.
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