El Mercado 4 es el mercado de los pobres, pero también es el alma de la ciudad. En ese lugar el sentido de la vista disfruta de un variado colorido de las mercancías. El sentido del olfato se deleita con los olores de las frutas, del asadito frito… Solo el ruido puede que nos moleste un poco, pero no olvidemos que estamos en un mercado donde escucharemos de todo. Pero concentrémonos solo en las vendedoras, ellas son la voz de ese lugar.
Todo lo que necesita la gente lo encuentra en el Mercado 4.
Se ha formado en este lugar un cosmopolitanismo comercial, hay vendedores de todas las nacionalidades, desde coreanos, chinos, árabes, africanos...
–¡Empanada de mandioca barato!, ¡empanada de mandioca barato! –pasa gritando el hambre, sin ir muy lejos.
Perderse en el Mercado 4 es la mejor forma de reencontrarse con uno mismo. Ya no veo a los escuálidos y silenciosos caballos (o burricos) arrastrando la carreta. Ahora abundan las motos y los carromotos. En este emblemático lugar, las vendedoras más amorosas te salen al paso, diciéndote con una sonrisa: “Amor, qué estás buscando… Cielo, qué le podemos ofrecer? Cariño,…?” Ellas saben cómo subirnos la autoestima. Y como la afectividad es a veces efectiva, de vez en cuando compro algo. Un cocido con chipa, por ejemplo, ese sabor auténticamente guaraní. Pero cuidado, después del éxito de la película paraguaya 7 cajas los precios han subido en este laberinto y a la vez paraíso comercial.
Los carretilleros pasan con las ruedas chirriantes de su carretilla. Como en la película, buscan a quien llevarles hasta el colectivo, o el taxi las cajas que contienen mercancías. Al recorrer por los pasillos del Mercado 4 me parece escuchar la voz de una chica que grita: “Corrée, Víctor, Corrée, Víctor”. Esa voz parece que se dirige a mí, pero un poder extraño se apodera de mis piernas. Me quedo paralizado ante lo inevitable...
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