Cuando yo era chiquillo, en las siestas, mientras todo el mundo dormía, solía bandidear por el pueblo con una hondita en la mano. Aún no conocía los videojuegos. Los ancianos me prohibían disparar a los cardenales. Esas aves con el casco rojo, el pecho blanco, las alas y la espalda como el color del plomo, siempre limpios como los hijos de la lluvia. Son aves sagradas. Los viejos me decían que Dios se iba a enojar conmigo y enviaría al viento contra mí, para llevarme muy lejos de mi tierra si perseguía a sus cardenales. Yo nunca hice caso de aquellos consejos.
Y mírenme dónde estoy ahora. Cual hule que lleva el viento… Por eso, mita'i churi, no dispares a los Cardenales de casco rojo, porque el viento podría llevarte a un lugar muy muy lejano.
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